Domingo Jesucristo Rey del Universo
Sería ingenuo y de cortos de mente pensar que la celebración de este domingo, Jesucristo Rey del Universo (ciclo b) tiene connotaciones políticas, reivindicaciones terrenas o exigencias de poder humano. Lejos de estas consideraciones, a mi entender, con esta festividad, la Iglesia quiere que resumamos todo nuestro año litúrgico y, para ello, nos invita a que concluyamos todo lo vivido y celebrado dando testimonio y reconociendo a Jesús como Rey, no humano, sino Rey del corazón.
Las lecturas, que son proclamadas en esta festividad de Jesucristo Rey del Universo, giran en torno a la idea de destacar el reinado que “no tendrá fin” de Jesús, frente al reinado caduco de los poderes humanos. Sí, Jesús es Rey, pero su realeza no es de este mundo y su reino no está al servicio de conquistar tierras, adquirir poder, controlar economías y dominar los pueblos y gentes; es más Jesús Rey no es enemigo de los reinos terrenos, pero tampoco está sujeto a la esclavitud de ellos. El Amor es la Ley del Reino de Jesús
En la segunda lectura (Apocalipsis 1,5-8) Jesús es recordado como “testigo fiel”, “primogénito entre los muertos” y “príncipe de los reyes de la tierra”… Es decir, inaugura el Señor con su muerte y resurrección una nueva forma de ser y un reino nuevo, donde toda la asamblea (comunidad cristiana) se siente amada por Él. El perdón será el primer fruto de este amor y como consecuencia de él convierte a la comunidad cristiana en reino para que trabaje en favor del evangelio y extienda al mundo su señorío que bien sabes tú que, ese señorío, se traduce en entrega, disponibilidad y servicio.
El evangelio (Juan 18, 33b-37) forma parte del proceso de Jesús ante Pilato. Todo este juicio se mueve en dos escenarios: en el interior del pretorio donde hay calma y se reconoce la inocencia de Jesús y en el exterior donde se respira odio y violencia con la única preocupación de declarar culpable a Jesús.
Dos escenas proclaman la realeza de Jesús, una de ellas es el evangelio de hoy (Juan 18, 33-38) y otra, desde la más fina ironía, la encontramos en Juan 19,1-3 donde se nos narra que Pilato mandó azotar a Jesús, los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza, le echaron por encima un manto color purpura y le decían: Salve, rey de los judíos.
El contenido teológico de este proceso-juicio destaca que Pilato no se encuentra ante un hombre cualquiera, sino ante un “rey misterioso” que no es su enemigo. La buena voluntad de Pilato queda en entredicho por su actitud ante la “verdad”. Al Romano no le interesa la verdad (para Juan evangelista la verdad es la realidad divina manifestada en Jesús) y esto a Pilato, que representa el mundo de la mentira, no le interesa.
Pilato condena a Jesús por declararse “rey de los judíos” este título para el procurador romano es sinónimo de rebelión o levantamiento político. Paradoja: el Rey pacifico es condenado por revolucionario y peligroso políticamente… aunque la verdadera acusación para los dirigentes del pueblo judío era la religiosa: su actitud ante la ley, el templo, la imagen de Dios, los pobres, el prójimo…
Reflexión: La celebración de Jesucristo, Rey del Universo, cierra el año Litúrgico. Durante todo un año, que comenzó en el primer de domingo de adviento, hemos ido meditando y conociendo todo sobre el misterio de la vida de Jesús, su predicación y anuncio del Reino de Dios. Jesús, como Maestro, nos ha mostrado todo lo que significa para nosotros este reino y como Pastor nos ha ido conduciendo a él.
Creo que se impone en nuestra vida y comunidades de fe dejar a Jesús ser Rey. Para ello es necesario conocer al Señor y las características que Él nos presenta de su Reino. No estamos frente a un déspota, tirano o esquilmador que empobrece, arruina, agota, exprime, explota, arrasa… sino ante la Misericordia, la Bondad y el Amor. «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.»
El absolutismo regio de siglos pasados ha deformado la figura noble de un rey auténtico. Es penoso que los cristianos entendiéramos ese reinado de Jesús con las características negativas de un soberano absoluto y despótico. Jesucristo quiere reinar en tú corazón desde tu libertad, para eso ha venido a este mundo.
Dejar a Cristo ser rey de verdad nos conducirá a ese reino nuevo que nos ofrece y nos presenta en las bienaventuranzas. El mandamiento del amor, único mandamiento de Jesús, deberá ser nuestra ley a la hora de vivir y actuar. Nuestros pensamientos, palabras, gestos… serán por sí solas, bajo la ley del amor, la forma más bellas de extender el reinado de Jesús en el corazón de los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
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