miércoles, 27 de noviembre de 2024

EL HOMBRE DEL SACO

 

1º domingo de Adviento

En la pedagogía que nuestras madres y abuelas ejercían sobre nosotros, incorporaban ciertos personajes con un puntito de tenebrismo con la intención de inducirnos a obedecer a nuestros mayores y a buscar un comportamiento correcto. “El hombre del saco”, “el coco” o “el sacamantecas” eran los personajes principales, que aparecían de vez en cuando, sobre todo a la hora de comer, y con la característica común de “asustadores de niños”. A estos se unía el lobo y si aún no tenías claro lo que debías hacer, aparecía el “cuarto oscuro”. Todo un elenco de personajes cargados de temor y miedo, que me imagino que hoy en día habrán desaparecido de la pedagogía maternal, pero que surtían efecto.

Comenzamos un nuevo año litúrgico y lo hacemos celebrando el primer domingo de adviento (ciclo c) La Palabra de Dios que se nos proclama, quiere ser una respuesta a la gran pregunta que se hacían los discípulos y nos hacemos nosotros: “¿cuándo ocurrirá la venida del Reino? y ¿cuál será la señal de que está a punto de suceder?” Jesús responderá con señales cósmicas en sentido figurado extraídas de la tradición bíblica, profética y apocalíptica. El Señor usará un género literario que, a través de visiones que hablan de tribulaciones y cataclismos cósmicos, nos revela la salvación y proyecta nuestra mirada al futuro, pero al futuro esperanzador.

Quien quiera ver en la Palabra de Dios lo que realmente va a suceder (el cómo y el cuándo), creo que tiene un problema serio. Sería como si tú y yo estuviéramos buscando la presencia real del hombre del saco. Sí, ese hombre que vaga por las calles cuando ya ha anochecido en busca de niños extraviados para llevárselos metidos en un gran saco a un lugar desconocido.

En la primera lectura (Jeremías 33,14-16) el profeta Jeremías, que vive en una época difícil para el pueblo de Israel y para él, no pierde la confianza en la salvación de Dios. El texto que hoy leemos es un himno de esperanza en la bondad de Dios por el pueblo, en medio de las circunstancias que lo rodean: destrucción de la ciudad y el templo.

El evangelio (Lucas21,25-28.34-36) nos propone tener una nueva actitud ante la venida del Hijo del Hombre, actitud que no es de temor sino de liberación: “Levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación… Manteneros en pie”.

Nos revela un Dios liberador que debemos entender dentro de la complejidad de los acontecimientos humanos que nos rodean. Es ahí donde toma cuerpo la liberación de Dios, en medio de nuestras fragilidades, tareas y compromisos.

Por ello se nos exhorta a la vigilancia: “Tened cuidado”, “Estad despiertos en todo tiempo”, “No se embote vuestra mente”.  Vivir atentos, como el servidor que espera la vuelta de su señor, y no dejarnos atraer por aquello que nos aparta del camino del evangelio. Junto a la vigilancia se nos invita a la oración “que nos mantiene en pie”. Ambos comportamientos (vigilancia y oración) son las opciones para el encuentro liberador, lleno de esperanza, con el Hijo del Hombre, con el Señor Resucitado.

Reflexión: La venida de Jesús es un gran acontecimiento de liberación. Y esta es nuestra fe. No nos dejemos llevar por la fantasía de creer saber el cómo y el cuándo será esta liberación, ni nos quedemos anclados en la literatura apocalíptica que nos describe el evangelio, no sintamos miedo ante los acontecimientos cósmicos, (manera que el judaísmo tenía para aludir a las grandes intervenciones de Dios en la historia de la humanidad) sino que vivamos con ESPERANZA las palabras de Jesús y la promesa de liberación de Dios.

Es en tu presente, en este momento concreto de tu historia, donde Dios viene a liberar. Hoy, desde la Palabra, recibes una llamada de esperanza del Maestro, para levantar el ánimo y alzar la cabeza con confianza porque se acerca tu liberación. Por lo tanto, no vivas  encorvado, oprimido, ni tentado por el desaliento. Jesús, que está a la puerta de tu corazón, es el Liberador y el Sanador de tus dolencias. No mires tu presente, ni tu futuro sólo desde tus cálculos humanos o desde tus previsiones. No te encierres en tus agobios, preocupaciones, desalientos, proyectos fallidos, tristezas, incomprensiones… porque esta actitud te impide tener mirada alta y confianza infinita en un Dios que camina contigo, que te sienta en sus rodillas y que hace brillar su luz en medio de tus sombras.

Reconoce que hay maneras de vivir que te impiden caminar con tu cabeza alta confiando en la liberación definitiva, pero no le des el protagonismo de tu vida. No las niegues, porque forman parte de tu realidad y existencia, pero sí acúnalas, acompáñalas, obsérvalas… Libera tu corazón de “tus durezas para contigo mismo”, quiérete más, sólo amándote puedes liberarte. Compréndete, date una oportunidad. Amig@ en definitiva, vive sin miedo y deja al Maestro que ilumine tu vida, Él llega para liberarte del hombre del saco.

1 comentario:

  1. NOTA: En la tradición bíblica y apocalíptica, la catástrofe cósmica era el símbolo de la caída de un orden social injusto y de la inauguración de un mundo y tiempo nuevo: del triunfo del Mesías y del inicio del reinado de Dios. Por ello, a los discípulos se les llama no al temor, sino a “ponerse en pie y alzar la cabeza, porque se acerca su liberación”. El reinado de Dios y la presencia del Mesías se irradian a través de los constructores de paz y de quienes trabajan por una sociedad justa, fraterna y solidaria, poniendo sus talentos al servicio de los desamparados y marginados. Obras de entrega y misericordia que hay que realizar después de descubrir los signos de los tiempos.

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