viernes, 24 de julio de 2020

INFLUENCER

Definición de INFLUENCER: Persona que destaca en una red social u otro canal de comunicación y expresa opiniones sobre un tema concreto que ejercen una gran influencia sobre muchas personas.

No es descalabrado pensar que existan personas que tengan ilusiones, anhelos y deseos que superan y vayan más allá de lo puramente material. Podemos pensar o creer, si seguimos los dictámenes de la sociedad en la que nos movemos, que el dinero, el placer, la belleza corporal, el poder, el prestigio, la fama… y otras muchas cosas más, son lo verdaderamente importante, lo que se pretende y se busca y lo que oferta la auténtica alegría.
Y, sin embargo, nos topamos con hombres y mujeres que no buscan la riqueza material como objetivo principal de su vida, que no tienen como preocupación primera el ser reconocidos o famosos, ni el ser aplaudidos por la belleza de sus cuerpos, por el último modelo de teléfono móvil, por la marca de sus zapatillas o el maquillaje de su rostro…. Y, cuanto menos, nos asombramos ya que estamos en un mundo de “influencer”, de cuantificar lo importante por el número de seguidores en “Twitter” o “Instagram” u otras redes sociales.

Las lecturas que la Iglesia proclama, en este domingo XVII del Tiempo Ordinario, a mi modo de ver, re-coloca al cristiano, o al menos nos ayuda a buscar lo auténticamente bueno, grande y bello, a encontrarnos con el aplauso de Dios, antes que con el aplauso del mundo, a cuidar el interior, a no poner los ojos fijos en lo sucedáneo… y, por supuesto, a saber qué es lo que realmente nos hace ser personas que brillen por su alegría.

En la primera lectura (1ª Reyes 3,5.7-12) encontramos a Salomón que, en dialogo con Dios, responde a su invitación de pedir lo que desee, reconociéndose limitado. Por ello se encuentra necesitado de un corazón sabio y dócil para gobernar al pueblo y para discernir el mal del bien. 
No pide riqueza, ni larga vida, ni la muerte de sus enemigos… prefiere el don de la sabiduría y la capacidad de escucha antes que otros bienes.
Todos sabemos que el reinado de Salomón fue un reinado que destacó por la sabiduría en el arte de gobernar e impartir justicia, en saber hacer (especialmente la construcción del templo de Jerusalén) y en saber decir (actividad literaria y especialmente sapiencial)
Dios miró el deseo de su corazón y le cumplió su petición: “te doy un corazón sabio e inteligente, como no lo ha habido antes ni lo habrá después de ti”

El evangelio (Mateo 13, 44-52) nos revela el misterio del Reino de Dios. Lo hace por medio de tres parábolas, propias de Mateo: El tesoro escondido, la perla, y la gran pesca.

Las dos primeras (Tesoro y Perla) el evangelista Mateo las une.

1.- El punto más destacable es: el descubrimiento de algo verdaderamente valioso, que provoca una reacción inmediata en los protagonistas de la historia. En el Reino de los cielos sucede lo mismo, una vez descubierto el valor, hay que tomar postura.
2.- Ambas parábolas se pueden situar en el contexto de la invitación de Jesús a dejarlo todo y seguirle.
3.- Una vez elegido el Reino hay que ser consecuente con esta elección y vivirla con alegría.
4.- Puedes rechazar la oferta del Reino de Dios, como hizo el joven rico, pero la actitud del verdadero discípulo, ante el descubrimiento del Reino de Dios, no puede ser otra que la conversión, el cambio de orientación de la propia vida que tiene lugar en un clima de alegría.

La parábola de la gran pesca (Mt 13,47-50) es muy semejante a la parábola de la semana pasada del Trigo y Cizaña que crecen juntas. La pesca representa la oferta del Reino que se hace a todos. Son muchos los que entran en él, pero la clave está en cómo se vive después y cómo se pone en práctica las enseñanzas de Jesús.

Reflexión: Encontrar y descubrir a Jesús supone una actitud de búsqueda que conlleva un esfuerzo. Hay que salir y buscar, explorar, sorprenderse y optar.
Reconocemos el valor del Reino por encima de otros bienes materiales y, ante este valor, tomemos postura de discípulos-influencer siendo consecuentes con la elección realizada e influir, ayudar, predisponer, redundar, proponer… para que otros descubran el mismo tesoro que tú.
También os invito a meditar que una consecuencia de nuestro encuentro con Jesús es la alegría. Una alegría que surge de haber encontrado un tesoro, una perla que para nosotros es el evangelio de Cristo.

Y por último, saborea el salmo 118. “más estimo yo las palabras de tu boca que miles de monedas de oro y plata”

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