viernes, 31 de julio de 2020

ALIMENTOS GRATIS: FABADA ASTURIANA O POTITOS


Difícil consolar nuestra hambre con un “potito”, (alimento infantil de elaboración industrial que consiste en una especie de puré envasado en un tarro de cristal herméticamente cerrado) por muy bueno y suculento que sea, cuando nuestra edad y energía nos demanda una “fabada asturiana” con todos sus aderezos, embutidos de chorizo y morcilla incluidos
Conformarse con “potitos” cuando nuestro corazón necesita la fuerza de una “fabada”, es semejante a un hombre/mujer que para realizar un trabajo de fuerza y energía no come o se mal-nutre con alimentos que no generan en su cuerpo lo que necesita para realizar ese trabajo… El resultado será cansancio, hastío, desaliento y sensación de fracaso por no cumplir su objetivo.

Nos ocurre algo similar, al potito y la fabada, en la vida del espíritu. Nuestro interior necesita de verdaderos alimentos que sacien nuestras necesidades reales. Ante tanto alimento que no sacia nuestra hambre y sed interior, Dios nos ofrece un alimento gratis que nos llena: SU PALABRA Y LA EUCARISTÍA. Esta sería la afirmación que puedo hacer y a la que me conduce las lecturas que, en este domingo XVIII del Tiempo Ordinario, son proclamadas.

Creo, que todos podemos reconocer, que hay bienes que no llenan nuestro corazón, que dejan nuestro interior insatisfecho, que no nos alimentan espiritualmente y que nos conducen a una sensación de “necesitar más” para calmar lo que desde el corazón se solicita.

En el camino hacia la tierra prometida, el pueblo hebreo debe de comprar los alimentos e inclusive el agua. La exhortación que encontramos en la primera lectura (Isaías 55, 1-3) a “recibir alimentos de balde”, recuerda a los israelitas que han vuelto a su tierra, donde el Señor les concede los bienes que les pertenece; bienes que no pueden recibir de los ídolos que ni pueden salvar ni pueden quitar el hambre.

La actitud para la búsqueda de estos bienes que merecen la pena es el esfuerzo. Por ello, la comparación que nos presenta el profeta Isaías es que el verdadero bien de Israel es la Alianza que Dios hace con el pueblo, invitando a dejar de lado todo lo que no es del Señor, a escuchar su palabra e interiorizar el pacto, de manera que puedan deleitarse en la abundancia y gozar de la vida en plenitud.

El evangelio que tenemos delante de nosotros este domingo es la “multiplicación de panes y peces(Mateo 14,13-21)
Este hecho de la vida de Jesús es de gran importancia para la primera comunidad cristiana ya que se lanza un mensaje profundo sobre Jesucristo, quien ha superado a los personajes y acontecimientos del Antiguo Testamento porque, al igual que Dios dio de comer el maná al pueblo en el desierto, Cristo alimenta a quienes le escuchan.
Los discípulos aparecen como intermediarios entre Jesús y la gente, aprendiendo de Jesús que Él está siempre presente a su lado y que nos les faltará su asistencia.
Finalmente, el relato posee rasgos que nos llevan a pensar en la Última Cena: “al anochecer”, “pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a sus discípulos” Sin duda los primeros cristianos vieron en este episodio una prefiguración de la EUCARISTÍA, que tiene como resultado que “comieron todos hasta quedar satisfechos

Reflexión: Se nos han presentado los alimentos necesarios para el caminar del discípulo misionero: PALABRA y EUCARISTÍA.
Ambos se convierten en necesidad para aquellos que queremos ser testigos de la persona de Jesús y evangelizadores del Reino.
Nuestro interior se debe de nutrir de estos alimentos que recibimos de manos de Dios. No accedemos a ellos por nuestros méritos, sino que son dones gratuitos de Dios que “nos da la comida a su tiempo… y que sacia de favores a todo viviente(Salmo Responsorial 144)

Igualmente, estamos llamados a ser mediadores entre Dios y los hombres, para ello la Palabra de Dios tiene que estar presente y crecer no tanto en nuestros labios como en nuestro corazón. Esta tarea puede que nos parezca difícil y que sintamos la tentación de despedir a la multitud que se ha congregado entorno a Jesús, pero el Maestro nos enseña que su presencia entre nosotros es presencia alentadora.

El Señor hace “Alianza perpetua” con todo el pueblo, una “promesa inquebrantable” hoy hace esa misma promesa de fidelidad contigo. Si te llenas de los alimentos de Dios quedarás satisfecho en tu corazón si, por el contrario, te conformas con los “potitos” tu interior no se habrá saciado abundantemente.

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