viernes, 30 de octubre de 2020

CONTRACORRIENTE

 

Jesús explicó con toda sencillez qué es ser santos, y lo hizo cuando nos dejó las bienaventuranzas (cf. Mt 5,3-12; Lc 6,20-23). Son como el carnet de identidad del cristiano

Así comienza el Papa Francisco el capítulo tercero de la encíclica “Alegraos y regocijaos”, sobre la llamada a la santidad en el mundo actual. Por lo tanto, si te preguntas cómo ser feliz, bienaventurado, dichoso, santo… o qué hacer para llegar a ser buen cristiano, la respuesta la encuentra en el evangelio, que este domingo, día uno de noviembre, es proclamado: las bienaventuranzas. En ellas se dibuja el “rostro del Maestro” que estamos llamados a transparentar en lo cotidiano de cada día, de tal manera, que quien es fiel al amor de Dios, vive la Palabra de Jesús y se entrega alcanzará la felicidad.

Hasta aquí todo precioso e incluso poético. Pero la realidad es que en la sociedad y mundo en el que nos encontramos no imperan estos postulados de Jesús, van muy contracorriente con respecto a lo que es costumbre y a lo que valora la sociedad. Y aunque este mensaje de Jesús nos atrae, el mundo nos lleva o empuja hacia otro estilo de vida, donde la comodidad, la belleza exterior, el egoísmo, el invidualismo, el orgullo, el dinero, la fama, el prestigio… es lo que se pretende, se busca e incluso lo corriente.

Las bienaventuranzas exigen, por lo tanto, una conversión, un cambio real de vida, para que no se queden en simples palabras, sino que, por la acción del Espíritu Santo, nos liberemos de todo aquello que nos atrapa, nos invade y no nos otorga felicidad.

Con nuestras solas fuerzas creo que no podemos vivir el espíritu de las bienaventuranzas en su integridad, por ello la primera lectura (Apocalipsis 7,2-4.9-14) nos invita a contemplar que somos asistidos y fortalecidos por la providencia divina para superar todos los males. Igualmente nos invita a la esperanza indicándonos que los “marcados/tatuados” (sello del bautismo), los que “han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero” no son un grupo reducido, o sólo el pueblo de Israel, sino “innumerables de toda raza, lengua, pueblo y nación”. Tú y yo podemos alcanzar esa salvación, aquí en la tierra, que es nuestra felicidad.

En el evangelio (Mateo 5,1-12) la llegada del Reino nos propone ese cambio de vida del que antes hablaba. La liberación que viene con el Reino fue interpretada, por la comunidad de Mateo, como “orientaciones para la conversión y el cambio de vida que exige tal acontecimiento”. En cada bienaventuranza existe una tensión entre la situación presente y la que está apunto de brotar: el reino se hace presente de forma germinal en los pobres, los misericordiosos, mansos… pero Dios va a instaurar su Reino y la situación presente va a cambiar.

Reflexión: En conjunto las bienaventuranzas son un mensaje de esperanza y una palabra de aliento para descubrir la presencia del Reino y anhelar su llegada definitiva. Y así lo debemos de vivir. No son normativa-preceptos que nos coartan, sino que nos liberan. Son indicaciones para el camino de la vida en busca de la tan anhelada felicidad.

Cierto que nos exigen un cambio, pero es que las cosas no pueden seguir igual, en el cristiano, tras la meditación serena de las bienaventuranzas. Si tu felicidad es la pertenecía al Reino el evangelio de este domingo te pide remar contracorriente, aunque las “aguas del mundo” te inviten a parar, cambiar el rumbo y dejar de remar.

El camino que Jesús nos ofrece para la felicidad del corazón, no es fácil, ni cómodo.  Tiene mucho de exigencia, de conversión continua y de vivir contracorriente de las dictaduras de los valores existentes que ni sanan, ni salvan… solo adormecen la mediocridad del corazón con una oferta de felicidad que caduca con el tiempo como los yogures.

Si quieres conocer más sobre la composición de las bienaventuranzas en Mateo te invito a leer este artículo que encuentras en este blog:

https://parroquiabeataguadalajara.blogspot.com/2020/10/bienaventuranzas-en-el-evangelio-de.html

1 comentario:

  1. NOTA: EL NUMERO 144.000, que encontramos en la lectura del apocalipsis, es un número simbólico que se extrae de multiplicar las 12 tribus de Israel por 12 y luego por mil que es la cifra de la historia de la salvación. Los ciento cuarenta y cuatro mil marcados son todos del pueblo de Israel. A continuación se habla de una multitud incontable de todos los demás pueblos y razas. -El número ciento cuarenta y cuatro mil hay que entenderlo en sentido simbólico, de acuerdo con el carácter del Apocalipsis, y no con un valor matemático exacto. De cada una de las tribus son sellados doce mil. El doce es número sagrado que indica plenitud; el mil es número de inmensidad.

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