5º Domingo de Pascua
Cuando un producto nuevo salta al mercado y tiene una gran acogida y éxito entre el público, decimos que es una “innovación rompedora”. No es el relanzamiento de algo ya existente, sino una propuesta novedosa, revolucionaria y avanzada que tiene tras de sí una estrategia de marketing creativa y un trabajo en equipo en todas las fases del lanzamiento.
Las lecturas de este domingo quinto del tiempo de Pascua (ciclo c) rezuman por sus poros una atmósfera nueva que debemos respirar los que seguimos a Jesús Resucitado. Sólo inmersos en ella podremos ser, para nuestros semejantes, lo que Jesús fue para sus discípulos. Sin respirar el mismo oxigeno que respiró el Señor nos va a ser complicado comprender el mandamiento nuevo y, más aún, practicarlo en toda su dimensión.
Jesús ha explicado con hechos y gestos que el amor es servicio (lavatorio de los pies) Ha mostrado que ese servicio se extiende a todos, incluso a los enemigos y a quien traiciona. Ha predicado con sus obras que el amor es mas fuerte que el odio y que no se puede usar la violencia para la implantar en el mundo su mandamiento novedoso. En este evangelio (Juan 13,31-33a.34-35) Jesús resume y compendia en un único mandamiento todo lo dicho y realizado a lo largo de su vida, y le da la categoría de distintivo de quienes le siguen, de la comunidad de sus discípulos.
La innovación rompedora que nos ofrece el Maestro consiste en: “que os améis unos a otros”. El amor fraterno es la esencia del discípulo y su manifestación auténtica. A la novedad del mandamiento del amor contribuye su causa: los discípulos deben amarse porque ellos fueron amados primero por Jesús de forma incondicional y hasta el final. Sólo quien es amado y se siente amado es capaz de amar. Este amor de Jesús es el fundamento del amor mutuo, de la fraternidad abierta a todos y de la amistad social.
El texto también invita a contemplar el modo de amar: “como yo os he amado”. La medida del amor que Jesús pide, no es amar a los demás como nos amamos a nosotros mismos, sino que da un salto cualitativo y pide amar igual que Él nos ha amado. Esto rompe nuestros esquemas, las justificaciones y las excusas que a veces alegamos para seguir viviendo en la mediocridad porque Jesús amó con entrega total y así debe ser el amor entre los discípulos. No es simplemente un amor altruista y humanitario, sino la continuación de la obra del Maestro. El amor mutuo-fraterno debe manifestar el amor que Dios tiene a los hombres y que Jesús hizo efectivo.
Por último, me gustaría que tuvieras en cuenta que “La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros” Es decir, el mandamiento innovador y rompedor de Jesús da existencia a su grupo, lo constituye. Tiene que ser este amor fraterno un distintivo de la comunidad y una alternativa frente a todo lo que conlleve muerte, indignidad, esclavitud y humillación.
Reflexión: Te pediría que volvieras continuamente al acta fundacional de la comunidad, de la Iglesia, que fue promulgada por Jesús: EL AMOR. Jesús nos ofrece su estatuto y su identidad, su mandamiento nuevo. La norma para nosotros, los discípulos de todos los tiempos, es clara: que nuestro proceder sea el proceder del Señor Jesús, que el ser y actuar como Él sea nuestro punto de referencia: “como yo os he amado”
El amor será para siempre el signo distintivo de la comunidad. Los discípulos de Jesús no aprendemos, ni nos movemos en este mundo por meras doctrinas, mandamientos o prohibiciones, sino por una forma de ser y de estar. Necesitamos vivir en la atmosfera del amor, para ser “cristos”. Imposible realizar nuestra misión de ser para nuestros semejantes lo que Jesús fue para sus discípulos, si no respiramos el mismo oxígeno del Señor.
Los cristianos nunca
subrayaremos suficientemente que el amor fraterno es el verdadero “test” para
verificar la autenticidad de una comunidad que quiere tener en el centro de
ella al Señor. Lo que permite descubrir la verdad de una comunidad cristiana, no
es su ideario, ni sus estatutos, ni su organización, sino el amor que es la
señal que la identifica y por la cual se la conoce.
Hemos hablado mucho de amor, en ocasiones demasiado, pero no siempre hemos acertado o no nos hemos atrevido a darle su verdadero contenido práctico a partir de las actitudes concretas de Jesús. Pero, si queremos amar como Él nos amó, es necesario analizar la realidad que nos rodea y descubrir, desde la actuación del Maestro, el modo concreto de vivir el amor.
Jesús no nos pidió una correspondencia a su amor: “amadme como yo os he amado” Su novedad es que amándonos unos a otros como somos amados por Él, se ama a Dios. La prueba del amor a Dios es el amor al hermano. Y esta novedad rompedora no es fruto del marketing, ni de la publicidad, sino de una vida entregada.
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