Meditación: La Cruz no
es sólo sombra: es también luz. La Biblia ve la cruz como signo de muerte, pero
sabe verla, además, como signo de vida y de victoria. La cruz, signo de suprema
humillación es a la vez signo de suprema salvación. La cruz es signo de la
acogida de Dios, una acogida a todos los hombres, sin reservas limitadas y con
amor paternal. La cruz es signo de la vida cristiana, la cruz es locura de amor
de un Dios Padre, porque en su Hijo roto y muerto nos muestra el gran amor que
nos tiene. La cruz es el libro del amor más grande. Jesús crucificado, con los brazos extendidos,
entregado hasta la muerte por nosotros… es la expresión del AMOR con mayúsculas.
La cruz nos
recuerda que la pasión sigue, que Cristo sigue sufriendo en los que sufren, que
Cristo sigue crucificado en los oprimidos y menospreciados, que Cristo continua
su agonía en los enfermos.
Amigos, el viernes santo es el día en que los
cristianos recordamos la Pasión y Muerte del Señor. No es una fecha de luto y
tristeza que nos lleve a la desesperanza y a la angustia, sino que es una
ocasión para proclamar juntos el amor de Cristo crucificado y adorarlo en su
cruz.
Contemplando
la cruz de Jesús debemos repetirnos en el corazón aquella expresión de San
Pablo: “Me amó hasta entregarse por mi”.
No sólo nos dio cosas tan importantes como su palabra o todo el ejemplo de su
vida… Se dio así mismo, no se reservó nada para Él, nos dio su propia vida, se
entregó hasta la muerte.
En la cruz de Jesús nosotros contemplamos hasta qué punto Dios no ha amado. Nos ha amado tanto que nos ha regalado a su propio Hijo que nos ha amado hasta la muerte.
Silencio para meditar
Oración:
Hasta la última gota. Lo diste todo, Jesús,
no te reservaste nada para ti. Y yo, a la primera, me canso… y abandono… y me
quejo… y paso factura… y te dejo.
Quiero hoy contigo entregar mi vida, decirte
que quiero vivir como tú, pedirte que me saques de la vida mediocre, del «ir
tirando», como todo el mundo, sin la valentía de gastar mi vida en amar como me
enseñaste a hacerlo.
Tú eres mi modelo, mi meta, mi brújula, pero otros dioses me distraen de ti… Estos ídolos que me prometen felicidad pasajera, son mi dueño y señor, se apropian de mi vida o me ocupan mi día. En otras ocasiones lo superfluo me envuelve y me aparta de ti. Te busco en las prisas, en la imagen, en el poder, en el tener… Pero ahí no estás tú. Lo sé bien, Jesús. Hoy te entrego mi vida, renuevo mi compromiso, fortalezco mi entrega, y ante la cruz te digo: Aquí estoy, Señor, para hacer con mi vida, voluntad.
Señor Jesucristo, que
dijiste: “Pedid y recibiréis, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá”:
concédeme descubrir tu amor por mi, para que de todo corazón, de palabra
y de obra, siga tus pasos amando; y así nunca cese de alabarte,
a Ti, llamado Nazareno. Tu que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén
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