El tiempo de Pascua invita a los creyentes a proclamar que Jesús resucitado está en medio de nosotros. Tras los relatos de apariciones de los tres primeros domingos, los evangelios pretenden explicarnos, con imágenes, el modo cómo está Él presente. El domingo pasado fue la imagen del Buen Pastor (en oposición al asalariado) la que nos enseñaba que su presencia es la de cuidador para que no nos falte nada, sin horario, ni sueldo y gratuitamente.
La imagen de la vida verdadera y los sarmientos, de este domingo 5º del tiempo de Pascua (ciclo b) nos habla del cuidado interior de Dios al ser humano y lo hace dándonos savia, dándonos vida intensamente. Son imágenes complementarias que hay que ir sumándolas. Dios es tan grande que sólo nos podemos aproximar a Él mediante imágenes fragmentarias y que debemos sumar para tener una imagen más certera de cómo es Él y de la relación tan cercana, intensa y próxima que tiene con nosotros.
Pero el Evangelio y por extensión toda la Sagrada Escritura no es sólo un intento de explicar cómo es Dios, sino que fundamentalmente te quiere decir cómo deberías ser tú a semejanza de Dios, de tal manera que esta forma de ser debería guiarte y definirte.
El evangelio (Juan 15,1-8) nos habla de dos talantes de estar y pasar por esta vida y del vivir. El domingo pasado también nos ofrecía estos talantes: Pastor o asalariado. En este domingo, el Maestro, se presenta, por dos veces, como VID VERDADERA marcándonos ambas formas de vivir: o bien permaneciendo en Él y teniendo vida, o bien no permanecer en Jesús y siendo estériles e infértiles. Sólo podemos dar fruto si estamos unidos a Jesús como el sarmiento está unido a la vid. Con lo que podemos concluir que la vida del creyente tiene que estar injertada en la persona y en el proyecto de Jesús si queremos que esta vida sea fecunda.
Siguiendo esta propuesta de meditar el
evangelio, la primera
lectura (Hechos de los Apóstoles 9,26-31) nos ofrece, a modo de avance, la
figura de Pablo y su actividad evangelizadora. Se nos muestra, de forma
tímida, algunas tensiones que acompañarán a Pablo a lo largo de su vida; unas
fruto de la desconfianza de miembros de la Iglesia de Jerusalén (“todos le tenían
miedo, porque no se fiaban de que fuera realmente discípulo”) y otras de
persecución por parte de miembros de fuera de la Iglesia que proponían suprimirlo.
La gran fuerza de Pablo, aparte de la amistad con Bernabé quien le presenta a los apóstoles, reside en qué él está unido a a la Vid Verdadera y que no se predica así mismo, sino al Jesús terrestre e Hijo de Dios (“Saulo les contó cómo había visto al Señor en el camino, lo que le había dicho y cómo en Damasco había predicado públicamente el nombre de Jesús”)
Reflexión: La Palabra de Dios vuelve a solicitarte que consideres el papel que Jesús juega en tu vida y hasta qué punto tus opciones vitales, de todo tipo, están fundamentadas en Él.
Es insistente la repetición del verbo “permanecer”. Sólo quien permanece fundamentado en el Señor da fruto. Y al contrario, cuando Jesús no juega un papel fundamental en tu vida de creyente los frutos languidecen, la vida cristiana se seca y se hace estéril. A la luz de Pascua, te invito a traducir ese permanecer en Jesús como perseverar en su proyecto del Reino comprometiéndote más y más con el programa vital de Jesús. Por ello, te animo a que te preguntes: ¿En qué aspectos tendrías que estar más comprometido?
De la permanencia en Jesús depende el "dar frutos" No se nos narra en este texto del evangelio en qué consiste esos frutos, pero la segunda lectura de hoy y el evangelio del próximo domingo te da pistas: El amor es el fruto y es tu misión. “No amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras” (1ªJuan 3,18)
La propuesta que te hago en este día es de altos vuelos y sólo apta para locos que no tienen vértigo ni padecen del corazón. La “gloria de Dios” depende y se manifiesta en la actividad de discípulos unidos a Jesús. (“Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos” Juan 15,8) El encargo que tenemos es grande por eso me pregunto y te pregunto: ¿Qué hacemos, qué podemos hacer y qué deberíamos hacer para que el verdadero rostro de Dios Padre sea contemplado y experimentado por quienes nos rodean? Pues, creo que como mínimo y como inicio es ya deseable que la savia de Jesús corra por nuestras venas, porque esa savia da vida y vitalidad a nuestro ser discípulos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario