lunes, 12 de julio de 2021

CONVERSIÓN Y SEGUIMIENTO

 

En el día de ayer, 11 de julio, celebrábamos la festividad  de San Benito Abad; un hombre que supo hacer vida las actitudes de conversión y seguimiento. La conversión fue una realidad, incluso explícita, dejó en su juventud Roma y su mundanidad para encontrarse, en el silencio, con el Señor, con su mirada de amor. San Benito, tras escuchar la voz de Dios, realizó un seguimiento fiel al Maestro de Nazaret. vivió los valores del evangelio que transmitió a los monjes de sus comunidades. Su regla quiso ser, en medio de la sociedad e Iglesia de su tiempo y de épocas más tardías, una vuelta al Dios del amor y del perdón, el Dios de la paz y de la misericordia, con el que nos podemos encontrar cara a cara en este mundo, sabiendo que encontrarnos con Jesús es la felicidad más grande de la vida del cristiano.

“Conversión” y “seguimiento” son algo más que dos palabras para el cristiano; son las dos actitudes que nos invita a vivir cada frase del evangelio. Son el fundamento de nuestra vida interior, los pilares y cimientos de nuestro “ser cristiano”. Son actitudes vitales y necesarias para encontrarnos con Jesucristo, sentir su llamada y ponernos en actitud de discípulos.

La conversión conlleva cambio de vida, cambio de rumbo, volver los ojos a Dios, seguirle y amarle. Juan Bautista pedía a quien le escuchaba: “Convertíos porque está cerca el reino de los cielos” El mismo Jesús comienza su vida pública, en Galilea, invitando a sus amigos a la conversión.

Jesús sabe que a los hombres, a lo largo de la historia, les costará mantenerse fieles a las bienaventuranzas, al mandamiento nuevo del amor y a los mandatos del Señor, por eso les pide que abran su corazón a la Palabra de Dios, que reorienten sus pasos, que comiencen una vida nueva e intensa.

La conversión implica enmendar, corregir y remediar lo que está pervertido, rectificar cuando uno se equivoca, enderezar lo torcido, allanar lo escabroso. Sólo así puede actuar la misericordia de Dios, sólo de esta forma se produce el milagro del perdón. La invitación a la conversión será una constante en la predicación de Jesús, una de sus preocupaciones, como lo es, o debe ser, también de la Iglesia.

Pero el camino del discípulo, tras la conversión no termina, sino que pasa por el seguimiento. Es ahí donde se nos pide una gran generosidad basada en la fidelidad. Somos mirados por Dios como Padre y Él espera una mirada nuestra de hijos.

En realidad, con la llamada de Jesús al seguimiento se nos pide radicalidad y sinceridad en la respuesta; un “SI” incondicional y rotundo, sin fisuras, imitando el estilo de María, quien tras el anuncio del ángel, no duda en responder con un “Hágase en mi según tu palabra

Responder afirmativamente a la llamada del Señor no es fácil, en ocasiones cuesta, pero no es imposible, se puede realizar y además, según nuestra fe, garantiza la felicidad.

La comodidad de una vida espiritual relajada, alejada de problemas que nos interpelen, o de una vida que no mira al prójimo como hermano, o que se esconce ante los problemas y sufrimientos propios y ajenos… está muy lejos de lo que Dios quiere de nosotros.

El Señor busca que nos impliquemos en la sociedad y en la Iglesia, desde el seguimiento que nos hace ser testigos y profetas.

También hoy podemos sentirnos de nuevo llamados a la tarea de la  evangelización. Jesús sigue pronunciando nuestro nombre, con  nuestras propias circunstancias, aunque nos sintamos con más o menos vigor. Si nuestra actitud es receptiva podremos volver nuestros ojos a Dios y seguir a Jesucristo a donde quiera enviarnos.

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