Cuando una amistad te pide que le cuides su conejo, mientras disfruta de unas merecidas vacaciones, y tú nunca has hecho esta labor, necesitas unas pautas de actuación, para que cuando vuelva, quien te confió esa actividad, encuentre su animal en perfectas condiciones. A modo de instrucciones se te entrega un escrito, previamente explicado, donde se expresa la cantidad de pienso, heno y verduras que debes poner diariamente para alimentar al animal. Igualmente la limpieza del recinto y el agua que necesita. Si eres medianamente inteligente comprendes, de las palabras que te dicen, que también debes evitar al conejo las altas temperaturas... Esta pequeña actividad, como otras que se te confían en la vida, tendrá éxito si, cumpliendo las instrucciones recibidas, te tomas en serio el compromiso que adquieres cuando aceptas la misión que se te ha propuesto.
Salvando las distancias entre un conejo y un ser humano, la lectura del evangelio de este domingo 15 del tiempo Ordinario (ciclo b) nos presenta el programa que Jesús entrega a sus discípulos para realizar su misma misión. Un programa que encontramos en una primera fase en Marcos 3,14-15: "Instituyó Doce, para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar con poder de expulsar los demonios."
Con el texto del evangelio (Marcos 6,7-13) comienza Jesús una nueva etapa en la que se entrega a una peregrinación constante. Esta nueva etapa se inicia haciendo un escueto resumen sobre su actividad de Maestro itinerante a la que seguirá la elección de los Doce. Estos (apóstoles) han acompañado a Jesús ya desde un prolongado periodo de tiempo. Han escuchado su enseñanza en parábolas y sus explicaciones complementarias. Han presenciado sus milagros. Ahora deben emprender la segunda fase del programa: predicar la conversión y dar a conocer a Dios Padre que salva y levanta del polvo al desvalido. Y para ello “los llamó, les envió y les dio autoridad”
Reciben unas instrucciones concretas que no tienen fecha de caducidad sino que conservan su sentido y valor en todo tiempo y lugar. Estas instrucciones pueden resumirse en: ir provisto abundantemente de falta de seguridades (“Para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto”) Pidió a sus enviados, para que sean creíbles, que confíen menos en sus propios medios, en su propio equipaje y más en la fuerza del mensaje a comunicar.
En este contexto de envío podemos entender la primera lectura (Amós 7,12-15) El profeta hace una breve alusión a su propia vocación y al origen de su misión. Amós se ganaba la vida como pastor y cultivador de higos, no como profeta. Él no es un profeta profesional o contratado, ni hace de la profecía un medio de vida sujeta a la voluntad del rey, por lo que sus palabras no están controladas por ningún poder. Más bien, su misión es el resultado de una acción de Dios que interrumpe la normalidad de su vida y desde esta acción de Dios anuncia y denuncia en libertad.
Reflexión: También tú y yo, desde el bautismo, somos llamados y enviados a realizar la misma misión del Maestro: predicar el Reino de Dios con palabras y obras de fraternidad. Mostrar al mundo el rostro del Padre, rico en misericordia, que ofrece a la humanidad una oferta de salvación.
Si la misión de Jesús, la de los apóstoles y la nuestra es la misma, también son idénticas las instrucciones recibidas. No por ser discípulos del siglo XXI recibimos instrucciones diferentes. Tendremos que hacer un ejercicio de traducción al lenguaje de hoy las palabras de ayer, pero el resultado no puede ser otro, totalmente ajeno y contrario al del evangelio. Una cosa es acomodar las formas, los medios, los estilos… a la vida actual, y otra, muy distinta, es pretender que las palabras de Jesús y sus instrucciones para ser discípulos no son válidas o han pasado de moda.
Las instrucciones del Señor, que nos presenta el evangelio de Marcos, son una llamada de atención, al misionero de todos los tiempos, para que ponga su confianza en quien le envía y no en sus propias fuerzas y seguridades. Se nos pide despojarnos de nuestros bastones, panes, alforjas, dineros, túnicas… y optar por la equipación de la sencillez, la confianza, la esperanza y el amor.
Podremos tener planes pastorales perfectos o medios de comunicación que estén al “último grito” o modernidades alucinantes para realizar actividades de todo tipo… pero como pongas tú confianza en ellos, lo centralices en ti y no en la fuerza del mensaje que comunicas habrás roto en mil pedazos las sencillas instrucciones del Maestro itinerante.
¡Ufff… no quiero ni pensar qué sería del conejo si tirara a la basura las instrucciones recibidas!
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