Realmente no sé dónde escuché por primera vez la expresión el “descanso del guerrero” haciendo alusión a la necesidad que tiene el ser humano de coger aire para continuar con su labor. Después de un trabajo agotador, de una entrega generosa, de un cansancio acumulado o de la misma fatiga… es necesario tomar distancia, parar el ritmo y buscar espacios para el sosiego, con la intención de poder seguir adelante. El descanso del guerrero, no consiste en huir ni en esconderse de la realidad, sino en despejarse, tonificar el cuerpo, la mente y el espíritu y prepararse para volver con energía renovada a la batalla del día a día.
Sea cual sea nuestra labor, el reposo es tan necesario como la motivación ya que ambos nos ayudan a renovar y retomar el aliento para continuar adelante con fuerza.
En el aspecto espiritual podemos vernos como “el guerrero” que quiere lo mejor para sí y para las personas que le rodean. Si no queremos poner en riesgo la atención al “otro” que tenemos encomendado se impone que busquemos el descanso, el reposo y la recuperación. A veces no hacer nada, no es sinónimo de vaguería, sino necesidad para un mejor análisis y reflexión.
“Ellos salieron a predicar la conversión” así concluía el evangelio de la semana pasada. El evangelio (Marcos 6,30-34) de este domingo 16 del tiempo Ordinario (ciclo b) comienza con el regreso de los Doce de su misión: “los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado” Su actividad parece haber tenido éxito porque son muchos los que ahora acuden a ellos. Merecen un descanso y Jesús se lo concede llevándoles a un lugar apartado y solitario.
El reposo del discípulo-misionero más que un lugar geográfico concreto, es situado junto a la persona de Jesús, porque es en Él donde se recuperan fuerzas, se cargan pilas y se reaniman en intimidad. En este caso, sin embargo, el intento de estar a solas con Jesús fracasa. Su reposo va a consistir en hacer reposar a otros: “Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma”
Con tres verbos se nos expresa la actividad del Señor, como “Pastor”: Ver, tener compasión y enseñar. La mirada de Jesús no es la de un sociólogo, ni la de un reportero gráfico, sino la de Aquel que mira siempre con los “ojos del corazón”. Su compasión no es sólo sentimiento humano sino algo más profundo, es la conmoción del Mesías en la que se hizo carne la ternura de Dios. Por ello desde esta mirada y desde esta ternura, en Jesús nace el deseo de enseñar, nutrir a la multitud con el pan de su Palabra.
Frente a la actitud de los pastores de la primera lectura (Jeremías 23,1-6) “que dispersan y dejan perecer las ovejas”, Jesús se presenta como el Pastor Bueno del Salmo Responsorial (Sal 23) que tiene la misión de reunir al rebaño para que ninguno se pierda, alimentar a las ovejas para que crezcan y se multipliquen y ofrecer reposo en verdes praderas para reparar las fuerzas.
Reflexión: Todos sabemos lo beneficioso que es para el hombre y la mujer de hoy el descanso. Es esencial para la salud y básico para la calidad de vida. Sin descanso la capacidad de concentración, de enjuiciamiento y de participar en las actividades cotidianas disminuye, al tiempo que aumenta la irritabilidad.
En este artículo viene a mí memoria aquellas palabras de Jesús en la que se nos invita, a todos los que estamos cansados y agobiados, a acudir a Él porque nos aliviará el peso que nos oprime y encontraremos el descanso necesario. (Mt 11,28-30)
Los que estamos dispuestos a participar de la misma misión que Dios Padre confió a Jesús, debemos vivir sumergidos en la confianza de un Maestro que mira con los ojos del corazón, que siente compasión de nuestros trabajos, miedos, agobios, inseguridades, cansancios… y que nos reconforta mostrándonos su propia persona como el lugar para el descanso del guerrero. El discípulo de Jesús necesita encontrar los tiempos y los espacios oportunos y adecuados para retirarse a reposar, coger aire y cargar pilas, como nos dice el evangelio de hoy: «Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco.»
Me gustaría que, desde esta reflexión,
encontraras cuál es tú particular “descanso del guerrero”. Para una persona que
está fuera de casa todo el día podrá ser su hogar, para quien está
continuamente rodeado de ruidos podrá ser el silencio, para alguien que trabaja
con ordenadores y papeles podrá ser cerrar los ojos y respirar profundamente,
para quien siempre está acompañado podrá ser la soledad, para el de traje y
corbata podrá ser una camiseta, pantalón corto e ir descalzo…
Y para ti que eres misionero desde el día de tu bautismo ¿podrá ser Jesús?
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