Aún hoy, se escucha un refrán que me hace cierta gracia. Hace referencia a estrenar alguna prenda de ropa en el Domingo de Ramos. Bajo el dicho. “Domingo de Ramos, quien no estrena no tiene manos” se consideraba este día como una fecha especial en la que cada uno aprovechaba para lucir sus mejores galas, e incluso, estrenar ropa de la nueva temporada. Parece que este refrán quería significar que quien no tenía manos, no tenía trabajo, o no sabía coser... era considerado tan pobre que no podía estrenar.
Con la festividad de hoy, Domingo de Ramos (ciclo c), comienza la semana grande de nuestra fe. Las lecturas de este día nos invitan a “estrenar” una vestimenta nueva, pero NO para el lucimiento externo, SINO como traje nuevo para el corazón: humildad, pequeñez, paz, confianza… son las prendas con las que nos tenemos que vestir en esta semana y a lo largo de nuestra vida de discipulado.
La primera lectura (Isaías 50,4-17) es reconocida como el tercer poema del “Siervo del Señor”. Se habla de un personaje anónimo, que sugiere la imagen de un prisionero que, después de ser maltratado, espera el momento del juicio. Tiene en sus manos la defensa pero, plenamente consciente de su misión y de su destino, pone su confianza y su defensa en manos del Señor “El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado”
En la segunda lectura (Filipenses 2,6-11) el centro del texto y la clave para interpretarlo es Jesús, quien es la imagen a quien sus seguidores deben asemejarse. Nos habla de diversas prendas esenciales que deben vestir el corazón del discípulo, en este caso el desprendimiento, el altruismo, el servicio y sobre todo la humildad. Son los valores que el Maestro ha encarnado en su vida y son el camino para quienes seguimos sus huellas.
El ejemplo de Cristo es invocado por San
Pablo para urgir a los filipenses a que se comporten de manera humilde y servicial.
Describe, con dos afirmaciones, el camino recorrido por Jesús para llegar a la
glorificación: “Se despojó de sí mismo
tomando la condición de esclavo” y “Por
eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre” Este
camino de humillación-exaltación tendrá que ser vivido por el cristiano si
quiere aspirar a ser coronado de gloria.
Por último os doy unas breves pinceladas sobre el evangelio que se lee antes de la procesión de ramos (Lucas 19,28-40) En este relato Jesús aparece como el Mesías pacífico y humilde de Zacarías 9,9-10, frente al Mesías triunfal que era esperado por la mayoría del pueblo. La entrada del Rey-Mesías en Jerusalén no es como la de un guerrero conquistador sino como rey de la paz.
Esta realeza del Maestro, manifestada de forma sorprendente, se expresa en el clima de alegría y en el extender los mantos al paso de Jesús. Es un anuncio simbólico de lo que se producirá en su resurrección, en la que Dios le hará Señor y Mesías. (“al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre”)
Reflexión: Sin querer viene a mi memoria aquel texto de la carta a los efesios capítulo 4, en la que se nos pide, a los que queremos pertenecer al Reino, la necesidad de revestirnos de Cristo. Comienza invitándonos a: “proceder con toda humildad y modestia, con paciencia, soportándoos unos a otros con amor, esforzándoos a mantener la unidad del espíritu con el vínculo de la paz…” Y concluye proponiéndonos: “Alejad de vosotros toda amargura, cólera, gritos, insultos y cualquier tipo de maldad. Sed amables y compasivos unos con otros. Perdonaos, como Dios os ha perdonado en Cristo”
Atrás debemos dejar conductas pasadas y apostar por vivir renovados en el espíritu y corazón. Para ello nos hemos ido preparando a lo largo del tiempo de cuaresma, por medio de la oración y de la caridad. Ahora, en este día y semana, que se abre ante nosotros, deberemos hacer una lectura profunda de los acontecimientos que vivimos y descubrir el paso del Señor por nuestra historia personal y comunitaria.
El “traje del corazón”, que nos pide la celebración del Domingo de Ramos y nuestra fe, puede que no sea muy apreciado en muchos de nuestros ambientes contemporáneos; pero sin embargo, son los valores que Jesús ha querido encarnar mientras compartió nuestra existencia. Tú y yo, si queremos ser imagen de Jesús en medio de nuestro mundo, tenemos que optar por el estilo del Maestro. Otro traje para nuestro corazón de discípulo-testigos distinto al que Jesús nos presenta no es posible.
Estamos llamados e invitados a estrenar en Domingo de Ramos. El modelo y el escaparate siempre será el Señor y la tienda donde te proporcionas traje siempre la meditación de la Palabra de Dios.
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