Foto: Monumento de San Pascual.
Jueves Santo, día de la entrega. Cristo se entregó voluntariamente, lo hizo porque amó primero.
Y así lavó los pies a sus discípulos en un gesto de humildad, servicio y amor. Este gesto de Cristo se prolonga cuando nosotros, imitando al Maestro, nos lavamos los pies unos a otros, es decir, servimos con disponibilidad al prójimo. Con el gesto de derramar agua simbolizamos a cuantos en esta tierra son descartados o se encuentran tirados al borde del camino de la vida: Enfermos, ancianos, los que sufren por causa de la ambición y el egoísmo de los poderosos, los que viven bajo el peso del dolor, la tristeza o sufren en su cuerpo o espíritu.
Este es el día de la entrega. Jesús
nos entregó cuanto tenía: su palabra, y su Cuerpo y Sangre. En la Última Cena,
antes de partir hacia el Huerto de los Olivos, instituye la Eucaristía como
alimento para la vida eterna. Él se ofrece en comida y bebida. El Amigo da la
vida por el amigo. Su locura de amor le lleva a hacerse Eucaristía, comida
partida y compartida.
Es el día de la entrega. Es el día del amor fraterno. Cristo nos deja su testamento: Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Vivamos en el amor. Urge extender el sentido de este día al mundo.
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