martes, 7 de marzo de 2023

MANANTIAL IMPOSIBLE DE EMBOTELLAR

 

3º Domingo Tiempo Cuaresma.

No sé qué opinas tú… pero yo pienso que hemos tocado fondo y creo que va creciendo entre nosotros la sensación de desencanto. Doy una ojeada al mundo en el que vivo y, entre “pitos y flautas”, observo una sociedad en la que crece el miedo social, la necesidad de defenderse, la impotencia…. que abarca todo ámbito: social,  político, económico y eclesial. Y claro, ante esta situación, aparecen, aunque nunca se han ido, los profetas de desgracias.

Pero también podemos mirar y leer la realidad con otros ojos y creer que estamos viviendo un momento privilegiado porque  la confianza y la seguridad que habíamos puesto en la sociedad de consumo la hemos perdido y nos hemos liberado para buscar lo que realmente nos salva. Igual nos tacharán de “ilusos”, pero qué más da.

En este 3º Domingo del Tiempo de Cuaresma (ciclo a) creo que se nos invita a hacer de este momento de desencanto un momento de posibilidades, porque puede ser el punto de arranque de una búsqueda más acertada de la salvación. Es decir, experimentar la verdad de las palabras que Jesús nos proclama: «El que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed» Hay aguas que no te quitan la sed, mientras que el agua que proporciona Jesús te renueva.

El agua que ofrece el Maestro es signo y símbolo del don de Dios, de la salvación, del Espíritu. Y no hay mayor don de Dios que su propio Hijo. Esta agua, que es Jesús, se convierte para ti y para mí en vida verdadera.

El texto del evangelio (Juan 4,4-42) es conocido como el pasaje o perícopa de la samaritana. Gira en torno a la cuestión de quién es Jesús y cómo se accede a Él por medio de la fe. Describe la acogida dada a Jesús y la Buena Noticia en Samaría, una región heterodoxa y menospreciada. También podemos extraer un tema clave que es, a mi entender, la sustitución de un culto vacío y sectario por otro en Espíritu y Verdad, que saciará nuestra sed y que excluye todo partidismo y discriminación… En fin, una catequesis bella y humana, que Juan evangelista nos ofrece, sobre la fe, su iniciación y su proceso.

Me gustaría que cayeras en la cuenta cómo se va descubriendo la personalidad de Jesús. Como casi siempre en el evangelio de Juan, se entremezclan los rasgos humanos con los divinos. Por una parte Jesús se siente cansado del camino, fatigado, tiene sed y pide agua. Por otra, se destaca que tiene conocimiento sobre la vida de la samaritana sin que ella hubiera dicho nada sobre sí misma y se proclama como Mesías: «Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo.» Jesús le dice: «Soy yo, el que habla contigo.»

Igualmente quisiera que, al leer el texto del evangelio, reconocieras  como la samaritana va descubriendo gradualmente la persona de Jesús mediante los diversos títulos o nombres que le va concediendo: al principio es, para ella, un viajero judío; a continuación un hombre desconcertante, más tarde un profeta; y, finalmente, el Mesías.

La samaritana comprueba como ese viajero judío y fatigado que le pedía agua, se ha convertido, para ella, en “don de Dios” que ofrece algo que supera toda división, que trae la salvación para todos, que es “agua viva” mayor que el “agua de Jacob”, que se convierte en manantial de vida y que es capaz de ser surtidor para todos «El agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.»

Reflexión: La samaritana, simboliza la región de Samaría donde se había dado culto a dioses de cinco pueblos (representados por los 5 maridos que ella ha tenido) pero Jesús es contundente: una vez que ha hecho aparición el Mesías los que quieran dar culto al Padre no lo harán en un lugar concreto sino en espíritu y verdad. El lugar, no es importante, estas cuestiones carecen de interés, puesto que la salvación se ha hecho presente en el Mesías, en Jesús.

Quedan superados los templos y los lugares sagrados y de cultos y ritos vacíos. El nuevo templo es Jesús y Él vive en quien cree. Para adorar al Padre lo que importa es nuestra actitud, no los lugares. Y esta actitud es obra del Espíritu que Jesús nos da, quien posee el Espíritu del Hijo es quien puede adorar al Padre.

La samaritana se extraña que un hombre y judío se pare a dialogar con ella. Los rabinos consideraban indecoroso que un hombre hablara en público con una mujer y más aún si ésta era una samaritana porque, a causa de antiguas rencillas, los judíos y los samaritanos no se trataban. Pero Jesús, una vez más,  vuelve a actuar con libertad ante normas sociales, legales y rituales. Jesús es un caminante que se identifica con todos y a todos trata, siempre está dispuesto al diálogo y a pronunciar palabras de “vida”.  Aprendamos de esta actitud, derribemos barreras de enemistad y apelemos a un mismo Padre de todos.

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