Domingo de Ramos
Posiblemente te suene mal, o tengas algunos recelos, por las connotaciones negativas que puedas asemejar, al denominar la entrada de Jesús en Jerusalén como una “manifestación popular”. Pero, no te escandalices porque tiene todas las características de una marcha y protesta, con exhibición pública de una opinión realizada por parte de un grupo activista que se congregó en las calles, en un lugar y en una fecha señalada y simbólica. Una “quedada” en toda regla, sin convocatoria por redes sociales, sino de boca a boca
Jesús, en los últimos días de su vida, y
durante la celebración de la Pascua judía, aprovecha la ocasión para realizar
un importante “gesto profético” en el
mismísimo centro político-religioso, en Jerusalén. La Pascua era la fiesta en
la que Israel conmemoraba anualmente su liberación de Egipto. Se celebraba en
primavera y congregaba a miles de peregrinos venidos del resto del país y de la
diáspora. Su celebración ponía al rojo vivo las expectativas políticas del
pueblo, sus ansias de liberación y su esperanza mesiánica. Comprenderás, que
con este caldo de cultivo la celebración de la Pascua judía se convertía en la
ocasión propicia para realizar manifestaciones y movilizaciones populares de
todo tipo.
Tan es así, que las autoridades romanas redoblaban, en estos días, el número de sus soldados y se hacía presente en la ciudad el Prefecto de Judea, que en este caso era el Procurador Poncio Pilato, que tenía su residencia en Cesárea Marítima.
El Domingo de Ramos (ciclo a) en el que conmemoramos la entrada de Jesús en Jerusalén, se convierte, para mí, en un gesto simbólico altamente revelador de la pretensión mesiánica de Jesús no exenta de polémica. El Maestro se presenta como Mesías y pone de manifiesto la conversión que necesita Israel. No pienses que todo el mundo salió a aclamar a Jesús como el Mesías y alfombrar la calzada con mantos y ramas a su paso porque los sumos sacerdotes y los ancianos ponían en tela de juicio la autoridad del Señor (Mateo 21,23) e incluso “la ciudad entera de Jerusalén se sobresaltó preguntando: ¿Quién es éste?” (Mt 21,10)
El evangelio (Mateo 21, 1-11) nos narra esta “manifestación popular” con gestos muy significativos para comprender el mensaje y la vida de Jesús. La cita de Zacarías 9,9 muestra que la humildad y la sencillez con que Jesús entró en Jerusalén es en realidad una manifestación de su condición de Mesías-Rey. Jesús hace su entrada en la ciudad no con el aire triunfal de los vencedores o como lo hizo Poncio Pilato, sino con aires de paz y con la sencillez del que viene a servir a su pueblo. « "Mira a tu rey, que viene a ti, humilde, montado en su asno, en un pollino, hijo de acémila"» Con este gesto profético Jesús se presenta como Mesías pacífico y humilde y nos revela que su mesianismo no seguirá por caminos de poder sino de entrega y servicio.
El entusiasmo de la gente se refleja en las palabras de aclamación y en los gestos sencillos realizados. Reconocían a Jesús como Salvador (“Hosanna al Hijo de David”) y le rinden homenaje despojándose de sus mantos y alfombrando el camino con ellos. Estoy convencido que no todos los que acompañaban a Jesús, ni sus propios discípulos, entendían de la misma forma este mesianismo pacífico.
Reflexión: No sé tú, pero a mi hay cosas en Jesús que me desconciertan. Yo creo que las hace a propósito precisamente para mostrarme, qué detrás de sus gestos hay algo más profundo que quiere decirme y enseñarme.
La entrada de Jesús en Jerusalén, montado sobre un asno, es rompedora. Es un gesto cargado de sentido, con el que se nos ofrece unas claves para interpretar y comprender quién es Él, cuál es su Buena Noticia y que coordenadas tiene su mesianismo. Es un gesto simbólico, más aún, profético que habla por sí mismo con claridad y hondura, que nos interroga, que nos desinstala y sorprende.
Hoy en día, que estamos tan acostumbrados y somos propensos a calcular, poner normas, hacer organigramas, a no dejar sitio a la improvisación, a lo políticamente correcto, a no querer sentirnos desconcertados porque nos gustan las cosas atadas y bien atadas… nos sale el Maestro con una manifestación pública con gestos proféticos que nos zarandea, nos saca de nuestra comodidad y prudencia y nos lanza a vivir con gestos eclesiales, personales y comunitarios que pongan picante a nuestra fe para que no sea una fe rutinaria, sabida, ritualizada y muerta.
Te invito al profetismo. Tu vida de seguimiento de Jesús puede tomar otra dimensión que rompa la tranquilidad en la que estés acoplado. Otro talante, otra actitud, otras acciones son las que muestra el Señor en el evangelio de hoy, que pueden ayudarte a mirarle y mirarte de manera nueva, apasionada y provocadora.
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