
SÍ PERO… NO
Tiempo Ordinario. Domingo XXVI
Aunque las palabras tienen cierta
importancia, lo verdaderamente genuino y auténtico es la conducta real. Lo
ideal es que haya una coherencia entre lo que mis labios pronuncian y lo que
mis acciones realizan. Lo que es “very,
very important” en esta vida, no son las apariencias externas sino la
actitud interior que se refleja en obras.
Cuántas veces el ser humano dice unas
palabras, que desde el punto de vista de las convenciones sociales son irreprochables,
pero en el fondo son pura hipocresía. Son palabras huecas y vanas porque no
expresan la realidad sino lo que el otro quiere oír. Así entramos en el mundo
de las apariencias, de lo políticamente correcto, del “sí pero no”. ¡Ah…! me
gustaría que no pensaras, en este momento, sólo en la clase política, sino que
te miraras a ti, y contemplaras si tus palabras, deseos, anhelos, creencias y
acciones son “sí pero… no” ó “no… pero sí”
En este
domingo XXVI del Tiempo Ordinario (ciclo a) Jesús denuncia la falsedad de
las palabras cuando no van acompañadas de coherencia en obras y ensalza al
hombre y a la mujer que cumple la voluntad de Dios. Lo que importa, viene a
decir el Maestro, no es honrar a Dios con los labios y observar una serie de
ritos externos, sino cumplir con aquello que Dios pide. Por ello, esta
denuncia, da explicación a por qué los líderes religiosos judíos (sacerdotes,
ancianos, fariseos) rechazaban a Jesús, mientras que los paganos acogían el
Evangelio.
El evangelio (Mateo
21,28-32) es la primera de tres
parábolas que ilustran el rechazo de Israel a Jesús y la oferta del Reino a los
de “fuera” (publicanos, pecadores, pobres…) La parábola de los dos hijos a los
que se les propone trabajar en la viña, sólo se encuentra en Mateo. Las otras dos
parábolas de las que te hablo son: Los viñadores homicidas (Mateo 21,33-46) y Los invitados a la boda (Mateo 22,1-14)
Jesús, tras exponer la parábola, provoca, con
una pregunta, el juicio de sus interlocutores: «¿Quién de los dos hijos hizo lo que quería el padre? Contestaron: El
primero» Con esta respuesta muestran, los sumos sacerdotes y los ancianos,
que lo importante no es la obediencia aparente de quien dijo: "Voy, señor. Pero no fue” sino
quien cumplió la voluntad del padre, aquel primer hijo que “contestó: no quiero. Pero después recapacitó y fue”
El Señor resume y explica la parábola con
estas palabras: «Os aseguro que los
publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de
Dios» Jesús al dar la explicación de la parábola muestra que lo que han
manifestado sus interlocutores se vuelve contra ellos, porque son los sumos
sacerdotes, ancianos y fariseos los que dijeron “si” a Dios al aceptar la ley
de Moisés, pero su actitud es como la del hijo que dijo si y luego no fue a
trabajar. Un “sí” con los labios, pero un “no” a cumplir la voluntad de
Dios. El signo más evidente de
este “no” es que se han negado a acoger
la invitación de Juan a la conversión. «
Vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis;
en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron»
Reflexión: No
sé qué piensas tú, yo creo que cuando en una sociedad las palabras pierden
fiabilidad se deteriora la vida social. Cuando la palabra no es expresión de
compromiso, la desconfianza se hace presente, las relaciones personales
empeoran, se devalúa el ser humano y aparecen las dudas, los temores, las
diferencias, los secretismos… algo no marcha bien en nuestro entorno y,
posiblemente, lo deberíamos corregir.
Los creyentes hemos de preguntarnos, con
sinceridad, qué significa realmente Dios en nuestro vivir diario. Qué papel
protagoniza Dios en la vida familiar, en nuestro trabajo, en las relaciones con
los “otros”, en nuestros proyectos e intereses. Creo que deberíamos meditar
sobre nuestra fe, si se ha convertido en costumbre o si es motor de nuestro ser
y estar en el mundo. Ahora bien, ¿Qué importa nuestro credo, que pronuncia los
labios, si en nuestro vivir cotidiano falta realmente Dios? ¿Qué importa, nos
dice Jesús en la parábola de hoy, que un hijo diga a su padre que va a trabajar
en la viña, si luego en realidad no lo hace?
Las palabras, por muy conmovedoras y hermosas
que sean, no dejan de ser palabras. Y reducir nuestra fe a frases, sentimientos
o ideas sin coherencia ni implicación en la vida y sin obras, es un recitar
fórmulas de fe pero olvidándonos de cuál es la voluntad del Padre. La fe
verdadera, a mi entender, es la que viven aquellos hombres y mujeres que
traducen en hechos el Evangelio.
La Palabra de Dios
siempre nos está invitando a proclamar la grandeza de Dios con palabras y
obras. La primera
lectura (Ezequiel 18,25-28) así nos lo recuerda: «Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere, Y
cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la
justicia, él mismo salva su vida»… "Obras son amores, que no buenas razones".