Su padre le dijo: ¿cómo podemos saber de la presencia de Dios en todas partes?
El chico comenzó a recitar las Escrituras
Sagradas, pero su padre le interrumpió. Esto es muy complicado. ¿No existe una
forma más simple de su existencia?
No, que yo sepa. Replicó el joven.
Y cogiendo a su hijo, lo llevo a la cocina.
Allí llenó una vasija con agua y mezcló un poco de sal. Después salieron a
pasear.
Cuando volvieron, el padre pidió a su hijo:
Trae la sal que coloque en la vasija.
Su hijo busco la sal, pero no la encontró, se
había disuelto.
- Entonces,
el padre dijo: hijo, ¿ya no ves la sal?
- No, la sal se ha vuelto invisible.
- Prueba entonces un poco de agua de la
superficie de la vasija. ¿Cómo está?
- Salada.
- Prueba un poco de agua del medio. ¿Cómo
está?
- Tan salada como la de la superficie.
- Ahora prueba el agua del fondo, y dime qué
gusto tiene.
Su hijo la probó y el gusto era el mismo.
- Has estudiado tantos años y no consigues explicar con simplicidad cómo Dios es invisible y está en todas partes.... Llamando “Sal a Dios."
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