martes, 26 de septiembre de 2023

SÍ PERO… NO

 

SÍ PERO… NO

Tiempo Ordinario. Domingo XXVI

Aunque las palabras tienen cierta importancia, lo verdaderamente genuino y auténtico es la conducta real. Lo ideal es que haya una coherencia entre lo que mis labios pronuncian y lo que mis acciones realizan. Lo que es “very, very important” en esta vida, no son las apariencias externas sino la actitud interior que se refleja en obras.

Cuántas veces el ser humano dice unas palabras, que desde el punto de vista de las convenciones sociales son irreprochables, pero en el fondo son pura hipocresía. Son palabras huecas y vanas porque no expresan la realidad sino lo que el otro quiere oír. Así entramos en el mundo de las apariencias, de lo políticamente correcto, del “sí pero no”. ¡Ah…! me gustaría que no pensaras, en este momento, sólo en la clase política, sino que te miraras a ti, y contemplaras si tus palabras, deseos, anhelos, creencias y acciones son  “sí pero… no” ó “no… pero sí”

En este domingo XXVI del Tiempo Ordinario (ciclo a) Jesús denuncia la falsedad de las palabras cuando no van acompañadas de coherencia en obras y ensalza al hombre y a la mujer que cumple la voluntad de Dios. Lo que importa, viene a decir el Maestro, no es honrar a Dios con los labios y observar una serie de ritos externos, sino cumplir con aquello que Dios pide. Por ello, esta denuncia, da explicación a por qué los líderes religiosos judíos (sacerdotes, ancianos, fariseos) rechazaban a Jesús, mientras que los paganos acogían el Evangelio.

El evangelio (Mateo 21,28-32)  es la primera de tres parábolas que ilustran el rechazo de Israel a Jesús y la oferta del Reino a los de “fuera” (publicanos, pecadores, pobres…) La parábola de los dos hijos a los que se les propone trabajar en la viña, sólo se encuentra en Mateo. Las otras dos parábolas de las que te hablo son: Los viñadores homicidas (Mateo 21,33-46) y Los invitados a la boda (Mateo 22,1-14) 

Jesús, tras exponer la parábola, provoca, con una pregunta, el juicio de sus interlocutores: «¿Quién de los dos hijos hizo lo que quería el padre? Contestaron: El primero» Con esta respuesta muestran, los sumos sacerdotes y los ancianos, que lo importante no es la obediencia aparente de quien dijo: "Voy, señor. Pero no fue” sino quien cumplió la voluntad del padre, aquel primer hijo que “contestó: no quiero. Pero después recapacitó y fue”

El Señor resume y explica la parábola con estas palabras: «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios» Jesús al dar la explicación de la parábola muestra que lo que han manifestado sus interlocutores se vuelve contra ellos, porque son los sumos sacerdotes, ancianos y fariseos los que dijeron “si” a Dios al aceptar la ley de Moisés, pero su actitud es como la del hijo que dijo si y luego no fue a trabajar. Un “sí” con los labios, pero un “no” a cumplir la voluntad de Dios. El signo más evidente  de este “no” es que se han negado a  acoger la invitación de Juan a la conversión. « Vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron»

Reflexión: No sé qué piensas tú, yo creo que cuando en una sociedad las palabras pierden fiabilidad se deteriora la vida social. Cuando la palabra no es expresión de compromiso, la desconfianza se hace presente, las relaciones personales empeoran, se devalúa el ser humano y aparecen las dudas, los temores, las diferencias, los secretismos… algo no marcha bien en nuestro entorno y, posiblemente, lo deberíamos corregir.

Los creyentes hemos de preguntarnos, con sinceridad, qué significa realmente Dios en nuestro vivir diario. Qué papel protagoniza Dios en la vida familiar, en nuestro trabajo, en las relaciones con los “otros”, en nuestros proyectos e intereses. Creo que deberíamos meditar sobre nuestra fe, si se ha convertido en costumbre o si es motor de nuestro ser y estar en el mundo. Ahora bien, ¿Qué importa nuestro credo, que pronuncia los labios, si en nuestro vivir cotidiano falta realmente Dios? ¿Qué importa, nos dice Jesús en la parábola de hoy, que un hijo diga a su padre que va a trabajar en la viña, si luego en realidad no lo hace?

Las palabras, por muy conmovedoras y hermosas que sean, no dejan de ser palabras. Y reducir nuestra fe a frases, sentimientos o ideas sin coherencia ni implicación en la vida y sin obras, es un recitar fórmulas de fe pero olvidándonos de cuál es la voluntad del Padre. La fe verdadera, a mi entender, es la que viven aquellos hombres y mujeres que traducen en hechos el Evangelio. 

La Palabra de Dios siempre nos está invitando a proclamar la grandeza de Dios con palabras y obras. La primera lectura (Ezequiel 18,25-28) así nos lo recuerda: «Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere, Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida»… "Obras son amores, que no buenas razones".

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