martes, 5 de septiembre de 2023

EL CUIDADO DE LOS PEQUEÑOS

 

Tiempo Ordinario. Domingo XXIII 

Pululan por la sociedad y por las parroquias ciertos personajes que se erigen en seres puros e intachables. Estos, se sienten portavoces de la verdad y se creen enviados por lo divino a denunciar que el “otro” no vive, ni actúa, correctamente. Estos personajillos, fácilmente reconocibles, agoreros de desgracias y catástrofes, falsamente cargan sobre sus hombros los pesos de las dolorosas cruces de quienes, según ellos, no tienen un comportamiento evangélico. Se autoproclaman defensores del dogma, de la moral y de las costumbres auténticamente cristianas. Se empapan de argumentos “fofos”, sin consistencia. En ocasiones, se presentan como los únicos traductores lícitos de mensajes de apariciones marianas, viven envueltos en falsas humildades, no se les puede llevar la contraria y tienen apariencia de corderos.

Estas personas, cogiendo con pinzas el argumento de la corrección fraterna, sin una vinculación autentica de pertenencia a una comunidad de fe (por lo tanto sin saber cómo se camina y cuáles son las prioridades y opciones de vida espiritual) informan, con gestos dictatoriales, qué tienes que hacer para agradar a Dios. Y desde aquí sueltan por sus bocas “lindeces” sin misericordia y con ausencia grave de lo que es el cuidado de los pequeños. ¡Madre mía...! Me acabo de despachar bien a gusto.

En este domingo XXIII del Tiempo Ordinario (ciclo a)  siento que los destinatarios de la Palabra de Dios somos nosotros, los discípulos, y, a través de nosotros, la comunidad. Descubro que las enseñanzas de Jesús insisten en el cuidado de los más pequeños y en el perdón como norma básica de la vida de comunidad. Se nos presenta un modelo de Iglesia, válida para los cristianos de todos los tiempos, que hunde sus raíces en estar atentos a la voluntad del Padre, la fraternidad, el perdón y la acogida de los más pequeños.

Te invito a que relaciones el evangelio que la Iglesia nos propone (Mateo 18, 15-20) con el evangelio del próximo domingo (Mateo 18, 21-35) ya que ambos nos van a ofrecer la respuesta a un problema comunitario: ¿Cómo comportarse con aquellos hermanos que, como la oveja perdida, se han alejado de la comunidad? Dos son los recursos que se nos proponen, por un lado la corrección fraterna, por otro el perdón. Ambas actitudes son imprescindibles para que la Iglesia sea pueblo y comunidad de hermanos. Hoy comentamos los versículos que corresponden a la primera de las actitudes: la corrección fraterna. (vv 21-35)

No pretendas que el evangelio te ofrezca un proceso disciplinar y normativo, sino que me gustaría que lo vieras como un reflejo y aplicación de la parábola de la oveja perdida.

Por ello, creo que debemos empezar toda corrección fraterna desde la búsqueda del hermano alejado con amor y respeto. Esta búsqueda, que es tarea de toda la comunidad, se debe hacer en un clima de oración: «Os aseguro que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo» y reconociendo como decisiva la presencia de Jesús en su Iglesia, porque es Él quien hace que el Padre escuche la oración, es Él quien nos ayuda a tomar decisiones desde la caridad y es Él quien mueve los corazones para buscar al hermano y para que el hermano se reencuentre con el Maestro. «Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos»

Reflexión: Jesús nos propone un camino que está orientado al bien del prójimo y a sanar la relación con el hermano, sin buscar otros intereses oscuros y mucho menos el desprestigio y la condena. Curiosamente, se nos pide en el Evangelio que seamos nosotros los que tomemos la iniciativa, aunque seamos los ofendidos “Si tu hermano te ofende ve y házselo ver, a solas entre los dos”

Lo fácil y menos cristiano es desentendernos del cuidado de nuestros prójimos, especialmente de los más frágiles, alejados y pequeños. Los cristianos deberíamos, hoy más que nunca, escuchar la llamada que hace Jesús a corregirnos con caridad y a ayudarnos a ser mejores. Es una invitación del Maestro a actuar con paciencia y sin precipitación, acercándonos, desde nuestra responsabilidad de herman@ y sin juicios, a quien está actuando de manera equivocada.

“Don Perfecto y doña Perfecta no existen” Todos cometemos fallos y errores. Todos tenemos momentos malos y necesitamos poder contar con una nueva oportunidad. ¡Cuánto bien nos puede hacer a todos una corrección fraterna en un momento desorientado de nuestras vidas! Y para ello se necesita, con frecuencia, encontrarnos con alguien que nos ame de verdad, que nos interpele y nos contagie su amor.

Amig@ te recuerdo que tu pertenencia a la Iglesia no es sinónimo de ser socio de un club de fútbol, sino de un discípulo de Jesús que vive su fe en comunidad. Argumento, más que suficiente, para “no endurecer el corazón” (Salmo responsorial) ni ser indiferente.

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