martes, 19 de septiembre de 2023

EL DIOS ANUNCIADO POR JESÚS

 

Tiempo Ordinario. Domingo XXV 

No me cansaré de decirte que “Dios es diferente” y que cuando le encerramos en nuestras visiones estrechas y esquemas ajustados, terminamos, casi siempre, por empequeñecerlo, haciendo de Él un Dios a nuestro antojo y apaño, peligroso y sin novedad. Si nos aferramos a nuestros propios esquemas, sin aprender desde Jesús la imagen de Dios, nos elaboramos un “diosito particular” que impide contemplar al Dios Padre que crea novedad, que acoge a todos y que nos llama a la convivencia fraterna. Es peligroso generarte un “dios a tu medida” porque el resultado será un dios poco humano, un dios que mantiene el esquema establecido y un dios que ni crea ni ama la novedad.

En este domingo XXV del Tiempo Ordinario (ciclo a)  vas a encontrarte con el Dios que anuncia Jesús, que siendo amor gratuito, sigue desconcertando y escandalizando a aquellos creyentes que dicen conocerlo perfectamente y no abren ningún tipo de resquicio para aprender el Dios genuino que nos presenta Jesús.

El evangelio (Mateo 20,1-16) nos muestra una escena muy familiar para los aldeanos de Galilea en tiempos de Jesús: unos jornaleros esperan en la plaza para ser contratados por el dueño de una viña. Los contratados a primera hora de la mañana son ajustados “en un denario por jornada”. Hasta aquí todo es normal. Pero el propietario sigue contratando a lo largo del día a otros jornaleros, incluso hasta una hora antes del término de la jornada. Con los nuevos llamados no se ajusta paga precisa, sino que les dice: "Os pagaré lo debido"

Con habilidad la parábola nos va encaminando a preguntarnos cómo se comportará el dueño de la viña con estos últimos, contratados casi al final de la jornada. La respuesta es desconcertante e inesperada, ya que el amo da a todos el mismo jornal, incluso a los últimos. Por ello, los primeros jornaleros protestan, porque no es justo, ya que, una sola hora de trabajo no merece la misma paga que una jornada entera. ("Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno.")

Lo que le sorprende a los trabajadores de la primera hora es que los favorecidos sean los últimos y no ellos. Es decir, que hayan sido pagados con el mismo salario. No se quejan de una injusticia, ya que se ajustaron en un denario y lo recibieron, sino más bien de la ventaja concedida a otros. Se muestran envidiosos de que otros hayan sido tratados como ellos. Y quieren defender la diferencia, les irrita la falta de distinción del amo para con ellos y que éste sea bueno con otros. Mirada, desde este punto de vista, la parábola nos quiere enseñar cómo nos tenemos que conducir ante la misericordia ilimitada de Dios para con “los otros”.

Probablemente, esta parábola quiere ser respuesta a las críticas que hacían a Jesús sus adversarios por su cercanía a los marginados y pecadores. El Maestro no establece diferencias entre justos y pecadores, cosa que molestaba a los supuestamente justos, sino que su comportamiento se remitía a la misericordia de Dios, que es un patrón generoso con todos. El comportamiento de Jesús, que acoge, manifiesta que la gracia de Dios es puro don y amor gratuito.

Igualmente, esta parábola, iluminó a las primeras comunidades cristianas para descubrir la llegada del evangelio a los paganos y su pertenencia a la Iglesia como cristianos no de segunda división sino de pleno derecho. La parábola muestra que el Reino es un don y regalo inmerecido y es igual para todos. Esto lo expresa bellamente el evangelista con la frase tan conocida de: «los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.»

Reflexión: La parábola de los obreros de la viña nos recuerda a los creyentes que con un corazón envidioso no se puede entender al Dios bueno que anuncia Jesús. Si tu mirada es interesada y sólo piensas en tu propio provecho, utilidad o egoísmo, no vas a poder descubrir al Dios Amor. Un Dios que es ternura gratuita para todos los seres humanos no puede ser captado por quienes tienen un espíritu calculador, que sólo están atentos a su propio bienestar. Demasiado grande este Dios anunciado por Jesús para corazones tan pequeños y estrechos

Cada vez que pretendemos utilizar a Dios y apropiarle para nuestro propio provecho, olvidándonos de su bondad para con todos, destruimos la imagen que Jesús nos enseñó de Dios.

Impresiona la frase: “Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?" Me gustaría proponerte que te dejaras desconcertar por Dios, por su forma de actuar, por su forma de ser y de expresarse, por su bondad y por su generosidad que rompe tus esquemas… Igual descubrirás que como dice la primera lectura (Isaías 55, 6-9) “Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos… mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes que vuestros planes”

No hay comentarios:

Publicar un comentario