miércoles, 13 de marzo de 2024

EL DÍA “D” Y LA HORA “H”

 

Domingo 5º Tiempo Cuaresma

Creo que no es necesario que me detenga en ofreceros muchas explicaciones sobre la expresión que da título a este artículo. ¡Exacto! “el desembarco de Normandía”, el inicio de la liberación de Europa occidental, ocupada por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, con el objetivo de avanzar hacia el corazón de Francia y propiciar la derrota del III Reich. El día D y la hora H que cambió el curso de la historia.

Si esta expresión la trasladas a tu vida y te detienes unos instantes, seguro que tú tienes un día D y una hora H, que cambió tu historia personal para bien o para mal. Ese día y esa hora puede marcar el inicio de tu liberación o todo lo contrario. Aunque yo pienso que no tenemos un solo día y una sola hora, sino que vamos construyendo nuestra vida con muchos y variados momentos concretos. Eso sí, donde fijes tu mirada allí estará tu corazón.

Estamos celebrando el último domingo del tiempo de cuaresma. En este domingo quinto (ciclo b) se presenta “el día D y la hora H de Jesús” y, por extensión, de nuestro ser de discípulos. Se nos anuncia que ha llegado el “momento del Maestro” de ser elevado al Padre, de su entrega, pero no como final de la vida, sino como paso a la gloria del Hijo del Hombre. En las lecturas que la liturgia te ofrece puedes comprobar que este día y esta hora se presenta en términos de Alianza de Amor.

La primera lectura (Jeremías 31,31-34) nos ayuda a contemplar la “nueva alianza”, cuyas cláusulas estarán grabadas en el corazón. “Mirad que llegan días en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva”.  No se trata de restablecer lo antiguo, sino de crear algo nuevo y definitivo. Jeremías describe la nueva alianza en el corazón del hombre para darle Vida, para darle conocimiento de las cosas de Dios. Es una alianza espiritual y profunda que favorece la fidelidad de cada uno de nosotros. Dios, como en todas las alianzas anteriores, actúa con el hombre con misericordia, perdonando y no recordando las infidelidades. “Porque todos me conocerán, desde el pequeño al grande –oráculo del Señor–, cuando perdone sus crímenes y no recuerde sus pecados”

El Evangelio (Juan 12,20-33) nos presenta dos acontecimientos unidos por una misma idea teológica: La llegada de la hora o momento en el que el Padre manifiesta su gloria. El primer episodio lo protagonizan unos griegos que buscan al Maestro y refleja la situación posterior a la muerte y resurrección de Jesús en el que el evangelio se anuncia al mundo griego más allá de las fronteras de Jerusalén. Con esta narración se nos invita a contemplar la idea que seguir a Jesús, continuar su obra, anunciar la buena nueva… es dar la vida para que el Padre sea glorificado, para que surja vida verdadera.

El segundo de los acontecimientos nos habla del abatimiento de Jesús ante la muerte que recuerda, en más de un rasgo, a Getsemaní: angustia, oración ante el Padre, aceptación de la muerte, consuelo venido del cielo. «Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre.» Entonces vino una voz del cielo: «Lo he glorificado y volveré a glorificarlo.»


La Hora de Jesús es el momento de su entrega que inaugura la alianza nueva y definitiva de Dios con el hombre. El Maestro es el grano de trigo que muere en tierra. Él es quien pierde su vida en favor del hombre, Él es el servidor de la nueva alianza, Él es ejemplo de fidelidad y de disponibilidad plena…. La hora de Jesús muestra la fecundidad del amor. Paradójicamente su muerte es fruto de vida. Y nosotros debemos seguirle en este camino.

Reflexión: Amig@ ha llegado tu “día D y tu hora H” y, como el Señor, debes ser como el grano que cae en tierra y muere. He aquí una afirmación desafiante y provocativa de Jesús: “si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto”. No puedes engendrar vida sin dar tu propia vida, no se puede hacer vivir a los demás, si no estás dispuesto a “des-vivirte” por ellos. La clave para dar vida nos la ofrece el evangelio: amor y servicio generoso al otro. El don total de ti mismo es lo que hace que tu vida sea realmente fecunda.

Esta pequeña parábola del grano que cae en tierra y muere, que se inserta en el texto del evangelio, nos invita a reflexionar que la vida si se reserva, como el grano de trigo, se vuelve estéril; se multiplica cuando se convierte en donación y regalo para los demás. La dificultad está en el grano, en el tipo de grano. Mientras que el grano que siembra Jesús es el de la generosidad que da fruto en abundancia pasando por la muerte, nosotros podemos caer en la tentación de sembrar otros granos como la insensibilidad, la indiferencia o el egoísmo.

Por último, no afrontes tu “día D y tu hora H” en versión Superman. No eres un superhéroe, necesitas de la comunidad y de la fuerza del Espíritu.

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