viernes, 5 de julio de 2024

“DON NADIE Y MINDUNDI”

 

 Domingo XIV  del Tiempo Ordinario

En mis andanzas andaluzas aprendí que: “Ese melón no ha salido de ese serón” Si mi memoria no me falla, con esta expresión se quiere reafirmar que hay palabras y frases que una persona lanza con sus labios pero que se sabe, a ciencia cierta, que no son de cosecha propia, sino plagiadas de otro. Esto se asegura porque se cree conocer a quien pronuncia la frase y se afirma con rotundidez que lo expresado supera los límites de su situación social, nivel de estudios, cultura, familia de la que procede y  a la que está sujeta.

Todos conocen al susodicho, le han visto crecer y saben que no es más que un simple vecino, que es uno de tantos de los que forman el entramado del pueblo… se le juzga y se le condena a ser incapaz de pronunciar una frase de ese calibre. Es mirado desde un esquema social que cierra toda posibilidad y toda alternativa para que el melón salga de ese serón.  

En este domingo XIV del Tiempo Ordinario (Ciclo b) la pregunta que atraviesa la lectura evangélica es: ¿Quién es realmente Jesús? Bajo la figura del hijo del carpintero, el hijo de María, los paisanos de Jesús no supieron descubrir al profeta esperado, al Mesías, al libertador. Ellos, tenían todas las claves para conocerlo, pero les faltaba lo más importante, la fe. No supieron encontrar a Dios, ni descubrir su presencia, en la normalidad del carpintero. La raíz de la incredulidad está en la incapacidad de acoger a Dios que se manifiesta en lo sencillo y cotidiano.

En el evangelio (Marcos 6,1-6) Jesús, después de haber iniciado su vida pública, enseñando con parábolas y actuando con gestos en torno al lago de Galilea, vuelve a su pueblo y el sábado entra en la sinagoga, lee y comenta la Escritura. Sus convecinos quedan asombrados y, al oírlo, se preguntan cómo el “hijo del carpintero” puede saber estas cosas. Es un asombro cargado de incomprensión, escandalo y rechazo, más que de entusiasmo y adhesión: “La multitud que lo oía se preguntaba asombrada: «¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros que realizan sus manos?  ¿No es este el carpintero, el hijo de María…?»

El asombro de los paisanos de Jesús se convierte en escándalo e incomprensión: “se escandalizaban a cuenta de Él” Este escándalo es de quien se niega a reconocer a Dios en lo conocido y cotidiano. Los vecinos de Jesús, habitantes de Nazaret, no han sabido descubrir en Él al “esperado de Israel”, no han descubierto quien era realmente Jesús, no han sentido la presencia del misterio de Dios porque han sido incapaces de acoger al “Mesías” bajo la apariencia y normalidad del carpintero.

Jesús ha fracasado en su misión entre sus parientes y vecinos. Sus palabras y sus acciones no han hecho nacer la fe, ni han provocado la gran esperanza de “Dios con nosotros”. No se explica que la gente siga sin adherirse al Reino: “Se admiraba de su falta de fe” Esto, para Jesús, no es una novedad. Los evangelios nos narran multitud de ocasiones en las que el pueblo ha rechazado al Señor como el enviado de Dios. Tan es así, que pronuncia un proverbio, basado en la experiencia, que recuerda la dificultad y el rechazo de ser profeta entre los conocidos, familiares, amigos y paisanos.

La vuelta a casa termina con una observación del evangelista: “No pudo hacer allí ningún milagro, solo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos” Donde se tropieza con una incredulidad cabezona y obstinada, difícilmente Jesús puede hacer milagros; donde las personas no acogen al Hijo de Dios como el “hijo del carpintero, hijo de María” no hay quien haga un milagro; donde no se descubre que Dios no es un exhibicionista que ofrece un espectáculo, ni un todopoderoso que impone su capricho… no hay fe y, por consiguiente, no hay posibilidad de encuentro ni dialogo con el Señor.

Reflexión: Al Dios encarnado en “el hijo del carpintero” no lo vamos a encontrar en el circo de los triunfadores, sino en las experiencias sencillas de nuestra vida cotidiana. Por ello, el relato de este domingo, va más allá de la repulsa de una oscura aldea de Galilea a uno de sus vecinos ilustres. Nazaret representa la figura de los que andan con ceguera total y son incapaces de liberarse del cliché del Dios “divino de la muerte” pero inaccesible y lejano.

La experiencia de Jesús y su fracaso en la misión, nos pone en guardia ante el resultado adverso que podemos sufrir en nuestra labor de ser evangelizadores. Anunciamos al Dios que desconcierta, al Dios que se ha hecho pobre con el pobre para darle vida, riqueza y libertad, anunciamos al Hijo de Dios, el carpintero, uno como nosotros, un don nadie, de una aldea de ultima categoría… ¿Y te extrañas del fracaso? No es Kylian Mbappé que por donde va le aplauden, le fotografían y buscan su camiseta desesperadamente. Lo nuestro es otra cosa muy diferente, lo nuestro se debate entre “don nadie” y “mindundi” que da vida verdadera, pero que a su paso no fue, ni es, ni será aplaudido.

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