jueves, 22 de agosto de 2024

“CUESTION DE ELEGIR”

 

 Domingo XXI del Tiempo Ordinario

Nos pasamos el día de elección en elección. Desde los primeros rayos de sol estamos haciendo opciones: qué hacer, dónde ir, con quién estar, a quién creer… Saber elegir es todo un arte que se pone en tela de juicio a cada instante. Nuestra vida es, toda ella, un camino de libertad y opciones. Queramos o no, tenemos que elegir. Unas veces lo hacemos conscientemente otras inconscientemente, pero toda elección tiene su rango de importancia. Hay algunas de nuestras elecciones, muy pocas, que nos marcan y nos orientan definitivamente.

Estas personas continuamente se están examinando debido a que viven bajo la eterna duda y la desconfianza. Ahora bien, creo que si tienes meridianamente claro el qué, el cómo, el dónde y el con quién… más que estar escogiendo continuamente te estás preocupando porque tus elecciones, ya hechas, sean buenas y estén cargadas de bien.

En este domingo XXI del Tiempo Ordinario (Ciclo b) el evangelio (Juan 6,60-69) nos recuerda uno de estos momentos de elección de rango importante, que marcó la vida de Pedro y de los discípulos. La manifestación de Pedro, en cuanto representante de los Doce, en este relato evangelio, es la versión de Juan evangelista, de lo que conocemos como la confesión de Cesarea de Filipo que encontramos en los sinópticos (Mc 8,27-30 y paralelos)

Entre las personas que escuchan el mensaje de labios del Maestro, se encuentran algunos que se entusiasmaron con Jesús en un primer momento, pero no dieron un paso a delante en su fe y seguimiento. No le aceptaron ni como Hijo de Dios, ni como alimento de vida, ni como Enviado, ni como Mesías... Designa a aquellos que creyeron en Jesús como uno de tantos profetas, pero no aceptaron la fe cristiana, ni el mesianismo de Jesús de Nazaret. De ahí que afirmen: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?»

En el discípulo, aceptar o no a Jesús y su mensaje es la disyuntiva ante la que no hay lugar para la abstención ni la neutralidad. Algunos optan por echarse atrás y no volver a ir con Él. Les parece duras e inadmisibles las palabras de Jesús.

Como Josué, en la primera lectura (Josué 24, 1-2a. 15-17. 18b) aquí Jesús pregunta al grupo de los Doce por su elección: “¿También vosotros queréis marcharos?” La respuesta de Pedro es la versión del evangelista Juan de la confesión de fe en Cesárea de Filipo de los sinópticos: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios” 

Aquí, Pedro no confiesa a Jesús como Mesías, ni como Hijo del Hombre, ni como Hijo de Dios, sino como el “Santo consagrado por Dios” Es una designación singular y antiquísima, que expresaba la suprema dignidad de la persona a quien se le atribuía. Se remonta al Antiguo Testamento, no es un título corriente dado al Mesías, pero sí profético porque, con esta expresión, se pretende poner de relieve que Jesús es mirado como el Santo, como la encarnación y la personificación de Dios.

Late en el texto dos concepciones de la persona y, en consecuencia, de Jesús y de su misión. La primera de ellas, es mirar al Maestro como Mesías según la carne y no verás más que un salvador político-militar que impone su gobierno. Y la segunda, totalmente contrapuesta, un Mesías según el Espíritu que comunica vida y se hace servidor del ser humano hasta dar su vida por ellos.

Reflexión: Frente a “consumismo religioso de religión a la carta” apuesto por asumir el pack completo del evangelio, de tal manera que el seguimiento y la fe en Jesús no sea un producto de temporada, como la sandía en verano. Creo que se trata de tomar decisiones y definir de forma clara en qué lado estamos. No podemos vivir bajo el paraguas de la apetencia ante la exigencia de las propuestas evangélicas.

«¿También vosotros queréis marcharos?» esta puede ser la pregunta que nos hace el evangelio, que surge de la reflexión de este día y que debemos contestar sin la posibilidad de optar por votar en blanco, ni por la neutralidad ni ser suizo. Date tiempo, no respondas lo primero que te venga a la mente. Examina la acción de Dios en ti a lo largo de tu historia personal. Descubre como Él te ha guiado de su mano, te ha sentado en sus rodillas, te ha sanado tus heridas, te ha protegido en tu camino y te ha enviado a su Hijo para que tengas vida verdadera.

Eso sí, amig@, cuando elijas tampoco te preocupes de dar muchas explicaciones sobre las razones de tu elección, porque tus amigos no las necesitan, tus enemigos no las creen y los estúpidos no las entienden. Recuerda, que si eliges como respuesta la opción de Pedro, entonces comprometes toda tu vida con el Evangelio.

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