martes, 6 de agosto de 2024

MURMURAR ENTRE DIENTES

 

Domingo XIX  del Tiempo Ordinario

Decimos que alguien “murmura” cuando para manifestar su queja o disgusto por algo habla entre dientes. Quien murmura está alejado de la búsqueda de la verdad porque pretende ocultar sus verdaderos sentimientos y no es capaz de levantar la voz denunciando su malestar. De modo silencioso y disimulado, de “extranjis” y como de tapadillo, a la “chita callando”, sin llamar la atención, ni despertar sospechas… el murmurador introduce, por el método del mascullar, todo tipo de sentencias.

Ahora bien, a los murmuradores profesionales se les detecta enseguida, debe ser por la cara que ponen y por las muecas que realizan. No hace falta ser muy observador para saber ante quién estás y qué talante tiene.

En este domingo XIX del Tiempo Ordinario (Ciclo b) las lecturas continúan mostrándonos el discurso sobre el pan de vida. Y, junto a este discurso, aparece la polémica. En el auditorio en el que se encuentra Jesús y en el que se ha presentado como «pan de vida», hay voces discordantes, que no se atreven a hablar en voz alta, pero que si murmura por lo “bajinis”. No aceptan al Maestro como «pan bajado del cielo» y optan por la crítica entre dientes.

El evangelio de este domingo (Juan 6,41-51) es continuación de los dos textos dominicales anteriores, donde hemos contemplado la enseñanza de la multiplicación de los panes y peces y la auto-presentación de Jesús como «el pan que da vida», el alimento que es capaz de dar respuesta a todas las necesidades y esperanzas del hombre «El que viene a mí, nunca más tendrá hambre, y el que en mí cree, nunca más tendrá sed»

En esta ocasión, podemos contemplar la reacción de los judíos (término usado por San Juan para denominar a los dirigentes del pueblo y a los adictos a la institución). Al igual que sus antepasados en el desierto y ante la falta de alimento, estos, que no aceptan a Jesús como «el pan bajado del cielo», optan por la murmuración. Su mayor argumento es la humanidad de Jesús, conocen su origen humano y para ellos es incompatible con la divinidad que pretende: «¿No es este Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?».

Jesús rechaza esta murmuración, pero no entra en discusiones sobre su propio origen. Les comunica que ese murmurar está cargado de incredulidad y precisa que la adhesión a su persona no es fruto de un trabajo intelectual previo, sino de la gracia de Dios. «Jesús tomó la palabra y les dijo: No critiquéis. Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado».

El impulso primero para reconocer a Jesús como el pan bajado del cielo y que da vida verdadera, viene del Padre y el resultado es  vida definitiva. «En verdad os digo: el que cree tiene vida eterna» Ahora bien, en el camino de adhesión a Jesús es necesario aceptar el ser enseñado, pues como está escrito en los profetas «todos serán discípulos de Dios»

Seguir a Jesús, creer en Él es tener vida eterna. Una vez más Jesús se ha presentado ante el pueblo como la respuesta a las necesidades y esperanzas del ser humano. El Señor se hace alimento con su entrega. No es un alimento como el maná del desierto que quien lo comía volvía a tener hambre, sino que es alimento que quien lo coma vivirá para siempre.

El evangelista nos habla de la entrega de Jesús en la cruz como el pan que alimenta y da vida. Curiosamente, la causa de la murmuración e incredulidad del pueblo que fue su humanidad, se presenta ahora como fuente de vida y materia de fe: «El pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo».

Reflexión: Frente a las diversas ofertas de alimento que nos proporciona el mundo y que aparentemente nos satisfacen, pero nos esclavizan… el discípulo encuentra en Jesús, un alimento distinto que nutre verdaderamente lo profundo del corazón, que libera y da auténtica vida. Existen alimentos que quien los come sigue teniendo hambre, engordan pero no sanan y, como los judíos en el desierto que comían el maná, mueren. En oposición a ellos, Jesús es para el hombre «pan vivo bajado del cielo», alimento nuevo que nutre y sacia, que da vida verdadera, de tal manera que el que lo come no muere, sino que «vivirá para siempre»

El poder que tiene Dios es el de dar vida. El mayor de los atractivos de Jesús es su capacidad de otorgar una vida diferente y de calidad. La opción que propone el evangelista es acercarse a Jesús y descubrir en Él una fuente de vida nueva de la que podemos alimentarnos. Y para ello, debemos abrirnos a Dios porque nadie puede sentir verdadera atracción por Jesús, «si no lo atrae el Padre que lo ha enviado»

Te invito a que en tu fe haya calidad y sepas vivir la profundidad de tú existencia. Estas llamad@ a la vida plena porque participas de la vida misma de Dios. Mima tu fe, es urgente para ser discípulo.

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