miércoles, 28 de agosto de 2024

“INSPECCIONES”

 

 Domingo XXII del Tiempo Ordinario 

¿Quién no se ha tenido que enfrentar, alguna vez, a una inspección? La Inspección Técnica del vehículo (ITV) puede ser la primera que te venga a la memoria, pero existen otras muchas: inspecciones de trabajo, de seguridad, de interiores y exteriores de edificios, de fontanería, de extintores, de electricidad… Y, por supuesto, la de Hacienda (que somos todos) Hay otras inspecciones que se enmascaran de dialogo, conversación, visita o saludo, pero realmente son más verificaciones de elementos para ver si cumples con todas las condiciones requeridas para una tarea determinada, que otra cosa.

¡Por cierto! Aún me acuerdo el revuelo que se montaba en el colegio cuando los maestros nos decían que iba a venir el inspector. ¡Eso sí que era una ITV en toda regla!

En este domingo XXII del Tiempo Ordinario (Ciclo b) en la lectura del evangelio (Marcos 7,1-23) nos encontramos a Jesús sometido a una descarada inspección por quienes tienen y ejercen el poder religioso. Ante este interrogatorio, sobre las formas y tradiciones incumplidas, el Maestro no se arruga, sino que va al fondo de la cuestión y entra en el cuerpo a cuerpo. Un terreno peligroso en el que se mueve Jesús, ya que de forma pública denuncia la hipocresía de fariseos y letrados.

Los maestros de la ley alzan su voz y protestan porque los discípulos de Jesús “no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados”, que según ellos, es imprescindible para acceder a Dios. Jesús, tomando una frase del profeta Isaías, responde con palabras que censuran la actuación de sus opositores, desenmascarándolos y desautorizando el supuesto único camino para llegar a Dios: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos. Dejáis de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres”

El texto, que el evangelio de este domingo nos propone, es una doble denuncia. Por un lado, Jesús denuncia a los “guardianes de la ley” que han ocultado el verdadero rostro de Dios y lo han caricaturado aferrándose a las tradiciones de los hombres. Por otro lado, han convertido la ley en instrumento de opresión, minando el fundamento de la moral autentica que tiene su fundamento en “el interior, del corazón de los hombres”

El Maestro nos revela una nueva imagen de Dios. Él es cercano y no es complicado encontrarle. Él está por encima de las prescripciones de los hombres, que a veces se hacen pasar por mandatos divinos. Ante la minuciosidad de las leyes y tradiciones, que impiden al ser humano encontrarse con Dios, Jesús alza su voz porque resulta un peso insostenible para la mayoría del pueblo. Hoy, nos encontramos palabras liberadoras del Señor que proclaman la libertad ante la atadura esclavizante de la ley. El amor es el nuevo criterio de acceso a Dios. Un amor que se fragua en el interior del corazón del ser humano.

Con otras palabras el apóstol Santiago nos lo refiere en la segunda lectura de hoy (St 1, 17-28. 21b-22. 27) “La religiosidad pura y sin mancha delante de Dios, nuestro Padre, consiste en ocuparse de los huérfanos y de las viudas cuando están necesitados, y en no contaminarse con el mundo”

Hoy, recibimos una advertencia serena y edificante, sobre el peligro de convertir la expresión de nuestra fe en una serie de actos externos que poco o nada influye en nuestra manera de vivir la fe y de relacionarnos con Dios, con la creación y con las personas.

Reflexión: Escribió San Juan Pablo II, “que ser cristiano no es en primer lugar cumplir una cantidad de compromisos y obligaciones sino dejarse amar por Dios”  En nuestra relación con Dios la regla es siempre la cercanía y la ternura de Dios. A lo largo de la historia esta cercanía de Dios a su pueblo ha sido traicionada por la actitud egoísta de querer controlar la gracia y comercializarla. 

Hemos de buscar a este Dios cercano, tierno y de buen olor para que nuestro día no se convierta en la realización de una serie de actividades, compromisos vacíos y obligaciones sin sentido que nos llevarían a llenar nuestros ambientes de un olor podrido. El verdadero culto “consiste en la caridad y amor a Dios”, como nos dice el Catecismo de la Iglesia en el número 2095, y desde aquí es donde deben florecer nuestra fidelidad al compromiso y exigencia.

Para ti y para mí, la felicidad nace de un corazón puro. Cada uno tiene que aprender a descubrir lo que puede "contaminar" su interior y discernir lo que es voluntad de Dios, lo bueno. Cuida el diamante más precioso que posees: tu corazón. Y no te importe que vengan a inspeccionarte los neo-fariseos del siglo XXI. Ya lo intentaron con Jesús y les salió la “burra capá”

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