domingo, 3 de marzo de 2019

PRIMEROS PASOS DEL DISCÍPULO


El discípulo de Jesús, no puede ser una persona que se conforme con escuchar las enseñanzas del Maestro. El discípulo está llamado, además de escuchar la voz de Cristo, a seguirle en fidelidad, con obras y palabras,  e igualmente, a acompañar a otros a encontrarse con la persona liberadora de Jesús.
Cierto que el primer paso, para realizar esta misión de acompañamiento en busca del Maestro, es abrir los oídos para saber y reconocer el camino a recorrer con un corazón puro. Difícil será para una persona ser apoyo y bastón en el camino de otro, si no sabe a dónde se dirige y no conoce el camino a recorrer; ambos se perderán.
Un ciego no puede guiar a otro ciego porque los dos caerán en el hoyo”, nos dice Jesús por medio del evangelista Lucas.
Por lo tanto llenarnos de Cristo y conocerle, así como conocer sus enseñanzas, son los primeros pasos del discípulo.
Sólo el que tiene el corazón lleno de la persona y mensaje de Jesús, podrá hablar, sin falsedades ni hipocresías, de una “Buena Noticia” liberadora.
"Las palabras, que pronuncian nuestros labios, revelan lo que hay en nuestro interior"; de igual manera que "nuestra boca hablará de lo que rebosa en nuestro corazón".
Cuidemos, por lo tanto, nuestras palabras, pues ellas mostrarán quienes somos. Optemos por buscar, con nuestros comentarios y conversaciones, aquella paz, serenidad, calma, fe y amor… que debe rebosar en nuestro corazón de cristianos.
Nuestras palabras, hoy en día también nuestros WhatsApp, no sólo deben llevar una gran carga de prudencia y sensatez, sino que también tienen que rebosar de autenticidad y verdad. Desechar la hipocresía verbal, la doble interpretación de nuestros lenguajes y la incoherencia de lo que pronuncian nuestros labios con nuestras vidas, son los primeros pasos del discípulo comprometido.
Seremos conocidos y reconocidos como discípulos de Jesús por nuestras obras y palabras, al igual que a un árbol se le conoce por el fruto que da. Seamos bondadosos y del bien que hay en nuestro interior demos frutos, palabras y acciones, cargadas de bondad.

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