jueves, 18 de marzo de 2021

LA "HORA" DE JESÚS Y NUESTRA "HORA"

 

¿Os acordáis de la canción de Xuxa “Ilarié. Es la hora es la hora”?  Y es que, aunque nos hayamos hecho mayores, tenemos un niño instalado en el interior. La cantante brasileña nos pedía estar preparados porque había llegado la hora de jugar, de brincar, de danzar sin parar… y la razón era bien sencilla “ser feliz no está demás”… Salvando las distancias entre Xuxa y la Palabra de Dios, el reto está servido: se acerca nuestra hora.

El tiempo de cuaresma está avanzado y las lecturas de este domingo 5º (ciclo b) nos preparan para la “hora de Jesús” que se nos presenta como la Alianza plena y definitiva de Dios con los hombres. Se nos anuncia que ha llegado el “momento del Maestro” de ser elevado al Padre, de la entrega a la muerte, pero no como final de la vida, sino como paso a la gloria del Hijo del Hombre. “El día “D” de Jesús se acerca, debe pasar por la muerte para que su obra sea eficaz lo mismo que el grano de trigo... y con Él, nosotros, sus seguidores, que debemos aplicarnos su misma ley: la vida verdadera a través de la muerte. Resurrección tras la Cruz, Getsemaní y Gólgota.

La Pasión de Jesús es juicio del mundo y el inicio de los “tiempos nuevos”. El odio ya no tiene la exclusividad, ha comenzado el tiempo del amor en el que todos debemos vivir. Ha llegado la hora de la condenación del egoísmo y la apertura al amor, que es la característica de Dios, personificada en Jesús.

Jesús se ha convertido en luz y, ante esta afirmación, también ha llegado nuestra hora, nuestro momento y nuestro día “D”. Ante nuestros ojos tenemos una decisión: optar por la luz o por las tinieblas. Morir y resucitar con Cristo o escandalizarnos de la cruz y no permanecer fieles en su servicio. Seguir el camino emprendido por el Maestro y seguirle hasta la muerte y hasta la gloria u optar por vivir sin morir

Esta decisión hay que tomarla en nuestro “hoy”. La Palabra de Dios nos invitará a no situarnos fuera del ámbito de la vida divina sino a optar por el seguimiento en fidelidad.

La primera lectura (Jeremías 31,31-34) nos ayuda a contemplar la “nueva alianza”, cuyas clausulas estarán grabadas en el corazón. No se trata de restablecer lo antiguo, sino de crear algo nuevo y definitivo. Jeremías describe la nueva alianza en el corazón del hombre para darle Vida, para darle conocimiento de las cosas de Dios. Es una alianza espiritual y profunda que favorece la fidelidad de cada uno de nosotros. Dios, como en todas las alianzas anteriores, actúa con el hombre con misericordia, perdonando y no recordando las infidelidades.

Para nosotros, Jesús es la nueva y definitiva alianza, es el lazo de unión con Dios que es anunciado en el evangelio (Juan 12,20-33) Él es ejemplo de fidelidad y servicio, de disponibilidad plena, es el grano de trigo de generosidad que, muriendo en tierra, da fruto.

En este texto se intuye el sentido cristológico de las palabras que pronuncia Jesús. Él es el grano de trigo que muere en tierra, Él es quien pierde su vida en favor del hombre, Él es el servidor de la nueva alianza…. Y nosotros debemos seguirle en este camino.

Reflexión: La vida si se reserva, como el grano de trigo, se vuelve estéril; se multiplica cuando se convierte en donación y regalo para los demás. Esta pequeña parábola, que se inserta en el texto del evangelio, nos resulta conocida y familiar. La dificultad está en el grano, en el tipo de grano. Mientras que el grano que siembra Jesús es el de la generosidad que da fruto en abundancia pasando por la muerte, nosotros podemos caer en la tentación de sembrar otros granos como la insensibilidad o el egoísmo.

Por ello hay una llamada al seguimiento como servicio a (la causa) de Jesús. A nosotros se nos proporciona un camino de imitación para que nuestra “hora” se asemeje a la “hora” de Jesús: “El que se ama así mismo, se pierde, el que se aborrece así mismo, en este mundo, se guardará para la vida eterna” El camino que emprende el Hijo del Hombre de entrega total, pasando por el sufrimiento, es el camino que el servidor de Jesús, el creyente, debe transitar.

Jesús no afronta su “hora” como un héroe impasible a un futuro inmediato. Él mismo rechaza la parte de héroe que con frecuencia le solemos atribuir (“Mi alma está agitada”, “Padre líbrame de esta hora”...) El cristiano no va de “superman” ante la exigencia del seguimiento, ante el dolor y el sufrimiento, sino que nuestros gritos,  gracias a Jesús, tienen un nuevo sentido.

Junto a la “hora” de Jesús, ha llegado también nuestra “hora”, nos toca a ti y a mí morir con Cristo para resucitar con Él. Nos podremos preguntar si ¿entendemos hoy la voz de Dios cuando une glorificación y salvación con sufrimiento y muerte? O mejor aún ¿Qué entendemos por morir? ¿A qué morir? … La respuesta está en ti.

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