martes, 10 de enero de 2023

NO ANDES POR LAS RAMAS… AL GRANO

 

2º Domingo Tiempo Ordinario

Cuando una persona nos habla sobre temas no relevantes a la conversación, divaga, se desvía del tema principal y no trata de manera directa el asunto que interesa en cuestión, decimos que se anda por las ramas, que no desciende a lo importante y que está evitando ir al grano. Igualmente (“no te andes por las ramas”) es una frase muy útil cuando notamos que otra persona intenta evitar un tema importante o una pregunta incómoda, o una situación que no le gusta o le compromete… Que se vaya al grano se agradece y, en ocasiones, se vuelve una necesidad el ir a lo fundamental del asunto y no dar rodeos, muchas veces inútiles.

Los textos que se nos proclaman en la celebración de la Eucaristía de este 2º Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo a) no se andan por las ramas, van al grano y sin rodeo alguno testimonian quién es Jesús y cuál es su misión. Y es de agradecer que no se anden dando vueltas volando por las alturas, como los buitres ante la presa, y que se centren en lo realmente importante o esencial.

La primera lectura (Isaías 49,3.5-6) corresponde al segundo poema del Siervo del Señor, en esta ocasión identificado con el pueblo de Israel. El Siervo-Israel recibe la misión de hacer retornar las tribus de Jacob al Señor y para ello Dios amplia la función del Servidor convirtiéndolo en “luz de las naciones para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra

Si recuerdas, esta misión evoca la que se nos expresaba el pasado domingo en la primera lectura (Isaías 42,1-7) En ella te hacía hincapié que en la liturgia cristiana, siguiendo al Nuevo Testamento, esta misión ha sido aplicada a Jesús.

El evangelio (Juan 1,29-34) nos ofrece, una vez más, la figura de Juan Bautista, en esta ocasión declarando y dando testimonio, sin rodeos y al grano, desde su experiencia personal y anunciado por el Espíritu, de quién es Jesús y cuál es su misión en este mundo. Los títulos para reconocer e identificar a Jesús son: “Cordero de Dios” e “Hijo de Dios” y junto a estos títulos se describe su actividad: “quita el pecado del mundo” y “es el que bautiza con Espíritu Santo

Como veras es ir al grano. Jesús proclamado en al Bautismo como Hijo de Dios, se nos presenta, por el Bautista, como el cordero que arranca el mal del mundo, como Aquel que nos da la vida verdadera porque nos sana y nos salva. Así es el amor de Dios que se nos ha revelado en Jesús. Así es Dios, que nos ofrece a su propio y único Hijo para que tengamos vida. Nada de un Dios celoso, controlador, e implacable con nuestras faltas, sino un Dios-Ternura que se empeña en borrar y arrancar el pecado del mundo. Dios se pone de nuestro lado frente al mal y nos envía a su Hijo para que, a través de Él, recibamos su amor, su apoyo, su energía, su fuerza que nos libera y nos hace vivir en la plenitud de la felicidad.

Por pecado podemos entender todo aquello que destruye nuestra felicidad. Cuando Juan Bautista presenta a Jesús como el cordero que quita el pecado del mundo no está pensando en una especie de saneamiento de costumbres, sino más bien en quitar del corazón del mundo y del ser humano todo lo que le destruye como persona, hijos de Dios y bautizado en el Espíritu.

Utiliza la expresión “cordero” que hace alusión al cordero pascual cuya sangre liberó al pueblo israelita de la esclavitud y de la muerte. Igualmente, se describe, con la expresión cordero, la misión del Mesías, el cual con su muerte liberará a la humanidad y comenzará una nueva época de libertad, alegría y de alianza de Dios con la humanidad.

Reflexión: Nuestra comunidad cristiana tiene su razón de ser en dar testimonio, al estilo del Bautista, de quién es Jesús y cuál es su misión. Dicho de otra forma: tenemos que actualizar en el hoy, el aquí y el ahora, en la sociedad en la que vivimos, el amor liberador de Dios manifestado en Jesucristo. Así seremos Iglesia evangelizadora que acerca a la humanidad hasta Dios y así experimentaremos en nosotros la acción de ser bautizados en el Espíritu y no sólo bautizados con agua.

Teorizar sobre Dios y no testimoniar la fe con nuestra vida y con nuestras acciones, es andarnos por las ramas y no ir al grano. Cuando la indiferencia y la apatía toman posesión de nuestro interior apagan el fuego del Espíritu con el que hemos sido bautizados. Es necesario beber y ser sumergidos en el Espíritu. Sólo podremos ser testigos de Dios si manifestamos su amor salvador y liberador. Se necesitan testigos vivos de Dios y no teóricos intelectuales que no han gustado ni saboreado al Dios salvador. No nos olvidemos que jamás se ha emborrachado nadie a base de pensar intelectualmente en la palabra “vino”

El salmo responsorial (Sal 39) nos invita a centrarnos en lo genuino de nuestro testimonio: «Aquí estoy»

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