Bautismo de Jesús.
Si preguntas, entre el común de los mortales, por el día que termina el tiempo de Navidad, muchos te responderán que finalizan las fiestas navideñas con la celebración de los Reyes Magos. Y, aunque el ambiente externo así lo determina porque se quitan las decoraciones, los espumillones, los árboles, las bolas, los belenes del hogar y los envoltorios de regalos y juguetes…, lo correcto es anunciar que es la fiesta del Bautismo del Señor (domingo siguiente a Epifanía o Reyes Magos) la que pone broche final al tiempo de Navidad. Y digo al tiempo litúrgico, porque como bien sabes la verdad de la Navidad no tiene fecha concreta en el calendario, sino que la puedes celebrar cada día y en cada momento.
Entrando en el texto que se nos presenta en esta celebración del Bautismo del Señor (ciclo a) descubro que, oculto para unos y desconocido para muchos, “Dios está con nosotros”. Y esta es la verdad que te decía que no se termina en las navidades sino que la puedes celebrar cada día. Y lo haces siempre que dejas nacer a Dios en tu vida compartiendo con los descartados, abriendo el corazón para dar consuelo, dejándote bautizar por el Espíritu o caminando en la presencia de Jesús.
El evangelio (Mateo 3,13-17) nos ofrece este momento del Bautismo de Jesús. El evangelista lo divide en dos partes, la primera de ellas es un dialogo entre Juan bautista y Jesús (propio sólo del evangelio de Mateo) y la segunda es la manifestación de Jesús como Hijo de Dios.
¡Qué desconcertante tuvo que ser este momento para el bautista! que desea disuadir al Maestro de la idea de ser bautizado por él: «soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?» Este dialogo inicial, entre Jesús y Juan, pretende, por un lado ensalzar la figura de Jesús como Mesías, frente a Juan que es precursor y, por otro lado mostrar que la misión del Mesías es adherirse al proyecto del Padre cumpliendo su voluntad: «Déjalo ahora. Conviene que así cumplamos toda justicia»
La identidad de Jesús como “Hijo de Dios” se manifiesta en los sucesos que siguen a su bautismo: se abre el cielo, desciende el Espíritu y una voz declara su identidad más profunda: ser el Hijo de Dios. Esta declaración se hace con una fórmula tomada de uno de los canticos del siervo de Yahvé (Isaías 42,1) que puedes encontrar en la primera lectura «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, en quien me complazco. He puesto mi espíritu sobre él, manifestará la justicia a las naciones»
Isaías 42,1-7 es el primero de los poemas llamados “Canticos del Servidor del Señor” que la liturgia cristiana, siguiendo al Nuevo testamento, ha asumido y aplicado a Jesús. El texto, que se proclama en la primera lectura de este domingo, presenta a un personaje ligado estrechamente al Señor. Él lo sostiene y lo ha elegido para “constituirlo alianza del pueblo y luz de las naciones”, “para traer e implantar la salvación a los hombres”
Reflexión: El Bautismo de Jesús, narrado por los evangelios sinópticos, es una noticia revolucionaria para los primeros creyentes y también para ti y para mí. Dios ya no guarda silencio, ni tú tienes que caminar triste y sin rumbo. El Espíritu de Dios desciende, Dios está con nosotros, sin fechas concretas de calendario, y Jesús nos abre un horizonte infinito de alegría y de presencia de Dios en nuestras vidas. Ese mismo Espíritu animará al Maestro a comenzar una vida nueva, totalmente entregado al anuncio del Reino de Dios. Con su bautismo Jesús inicia su vocación profética.
Amig@, el “bautismo en el Espíritu” es el momento para descubrir tu vocación. Preguntémonos cuál es la razón última de nuestro existir, de nuestro vivir diario y para qué comenzamos un nuevo día. Por qué vivimos, para qué vivimos, hacia donde vivimos… Todos tenemos una vocación, todos somos llamados por Dios, en todos vive el Espíritu, en todos Dios es y está. ¿Cuál es la vocación a la que eres llamado? Con una actitud de búsqueda, disponibilidad y apertura, y en la medida en que vayamos respondiendo a nuestra misión, descubriremos todo el horizonte que se abre a nuestra vida humana vivida desde este Dios con nosotros.
Ser cristiano, no es creer que Dios existe, sino que Dios te ama incondicionalmente tal cual eres. Esta es la experiencia fundamental que me gustaría que en este día sintieras; porque esta es la experiencia del Espíritu que recibiste el día de tu bautismo. Si no conocemos esta experiencia de ser amados por Dios, desconocemos lo decisivo de nuestra fe y pierde sentido la vida entera del creyente. Saberse amado por un Dios que habita y hace morada en y con nosotros, Emmanuel, no es cuestión de una fecha concreta del calendario de diciembre sino de cada instante de vida.
Ahora comprenderás por qué yo no quito el Belén de mi casa.
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