miércoles, 12 de abril de 2023

«AFÉRRATE A LO NUEVO »

 

A lo largo de nuestra vida nos aferramos a ideas, personas y opiniones que nos hacen vivir de una determinada manera. Nos mantenemos con fuerza y obstinadamente en una posición que prácticamente es inamovible. Cada uno sabrá cuánto, cómo y por qué se encuentra sujetado con fuerza a cosas y personas. Posiblemente porque vivir aferrado tiene su puntito de placer, fantasía, seguridad… Pero creo yo, que cuando nos apegamos a algo o alguien cedemos nuestro espacio de libertad, nos volvemos víctimas vulnerables, olvidamos nuestro poder y nos cerramos a estar abiertos a lo nuevo.

Sé que es fácil decirlo y bastante más complicado realizarlo, pero “desapegarse” y “estar receptivos”, hoy en día, más que nunca, es un arte y más cuando el apego es a lo viejo y caduco que nos impide crecer como personas en busca de la felicidad..

En este Domingo Segundo de Pascua (ciclo a) las lecturas que la Iglesia nos presenta, nos ayudan a no aferrarnos a vivir en la noche, en la oscuridad, con las puertas cerradas, con miedo y temerosos. Vivir replegados, ocultos, sin dar testimonio, sin alegría ni vida nueva que vivir y transmitir, es estar sumergidos y sujetos a lo viejo, a lo de antes. Necesitamos que el Señor Resucitado se haga presente en nuestra vida y reconocerlo en sus signos: Espíritu, paz y perdón.

Si sientes que tú fe es convencional y vacía, sin vida, fundamentada en el ritualismo, en el formalismo externo, sin compromiso, con mucha palabrería y poco espíritu… es el momento de que te sueltes y te desapegues de estas ataduras y te embarques en el encuentro con el Resucitado, porque Él reanimará tu fe y tu vida.

La primera lectura (Hechos Apóstoles 2,42-47) nos presenta la primera comunidad cristiana que muestra, con su forma de vivir, el nuevo sendero del Reino comenzado por Jesús Resucitado y el Espíritu.

El testimonio de toda la comunidad manifiesta que es posible una nueva vida filial y fraterna, dejando atrás el aferrarse a tradiciones que no hacen posible la presencia del Reino de Dios en el mundo. La perseverancia (permanecer) “en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones” ayudará a superar las dificultades, que pueden aparecer en la comunidad cuando en ella se instala y aparece la monotonía, las divisiones y la falta de fe.

En el evangelio de hoy (Juan 20, 19-31) se nos narra la aparición de Jesús a sus discípulos. Jesús se presenta a ellos, que permanecen en el temor, saluda con la paz y se identifica con las señales del crucificado (manos y costado traspasados) La reacción de los discípulos es: “se llenaron de alegría”. Seguidamente les confía una misión, sopla sobre ellos el Espíritu y les envía: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos»

Tomás, que no se encuentra con los discípulos cuando aparece Jesús, no cree en el testimonio de sus compañeros y pide pruebas concretas de la resurrección. Jesús recogerá ese desafío con sus mismas palabras: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente» Tomás, que parece que no llega a verificar la prueba, confiesa a Jesús como «¡Señor mío y Dios mío!» reconociendo la divinidad de Jesús que es el culmen de la fe.

Finaliza el texto alabando Jesús y llamando dichosos a todos aquellos que creen sin pruebas, a los que «crean sin haber visto».

Reflexión: ¿Quién no pide pruebas para seguir confiando? ¿Quién no quiere signos visibles de que la fe tiene sentido? Pero, amig@, la fe en Jesús va más allá de nuestros deseos humanos, de tocar y meter dedos y puños en agujeros y costados. La fe en el Maestro es FIARSE de Él e implica una entrega que excluye el miedo. CONFIAR es la tarea de aferrar nuestra vida en manos de Aquel en quien ponemos nuestra esperanza.

El grupo humano que nos presenta el relato evangélico aparece sin objetivos, sin misión alguna, sin horizontes, cerrados, con miedo y a la defensiva. Es el encuentro con el resucitado el que transforma a estas personas, las reanima, las llena de alegría y paz verdadera, las libera de miedos y cobardías, les abre horizontes nuevos y las impulsa a anunciar la buena noticia y a dar testimonio. Todo un ejemplo para nosotros, cristianos del siglo XXI.

Puedes vivir tu fe con falta de ideales, sueños, aspiraciones compromisos… como en un “nido calentito” donde nadie te molesta, vives aletargado y te sientes superprotegido, pero sin rastro de las huellas de Jesús resucitado en ti o puedes quitarte todos los apegos de una vida de fe aferrada a lo caduco y comenzar a confiar en la nueva vida que la resurrección de Jesús te ofrece.

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