Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario
En el lenguaje corriente decimos que se nos abren alternativas cuando tenemos que tomar una decisión y debemos elegir al menos entre dos de ellas. Puede entenderse la alternativa como una posibilidad o algo que está disponible para una elección. Si una persona acude a una tienda para comprar una camisa y le ofrecen cinco distintas, dicho consumidor tendrá cinco alternativas para concretar su compra, o también tendrá la alternativa de marcharse sin comprar nada en caso que ningún producto le haya gustado.
De un tiempo a esta parte se ha acuñado como persona alternativa o “alternativo” a aquel que se aparta de los cánones o modelos comúnmente aceptados. Persona que desea tener un estilo de vida fuera de la corriente imperante o rechaza lo que para él son imposiciones. Dicen que es un estilo de vivir fuera de la norma cultural y que por lo tanto es inusual y minoritario. Es decir, hablando más claro: que cuando tiene delante de él las cinco camisetas elige la que nadie se pondría.
Las lecturas de este domingo 28 del Tiempo Ordinario (ciclo b) pueden ser meditadas desde diversos aspectos, ya que la “Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, penetrante…” (2º Lectura) Yo te propongo, en esta ocasión, que reflexiones la Palabra de Dios desde el sentido de la presentación de una alternativa en el discipulado, más allá del cumplimiento de mandamientos.
En la primera lectura (Sabiduría 7,7-11) se nos invita a contemplar la verdadera riqueza del ser humano. Se nos expone que la Sabiduría está por encima de todos los bienes terrenos (cetros, tronos, piedras preciosas, oro y plata) superior a la belleza, la salud y la luz del día. Todos estos bienes se extinguen, mientras que la Sabiduría es el reflejo de la luz eterna y, por lo mismo, inextinguible. Se nos propone la alternativa de ser sabio desprendiéndonos de bienes que perecen y optando por el bien del espíritu de la sabiduría que sobrepasa las cosas materiales.
En el evangelio (Marcos 10,17-30) Jesús se encuentra con un joven piadoso y de buena voluntad que le pregunta por la “Vida”, mostrando que está dispuesto a realizar cualquier acción “¿qué haré para heredar la vida eterna?” Jesús, le mira con ternura, y primeramente apela a la Ley de Moisés y a los mandamientos que se refieren al prójimo, después le abre una alternativa: le invita al seguimiento. Le invita a salir del círculo estrecho de la preocupación por su propia vida para pasar del hombre “ético” al “discípulo”, de hombre cumplidor de la ley al hombre que sigue a Jesús.
Jesús no impone al joven que se ha acercado a Él un nuevo mandamiento de pobreza, sino que le invita al seguimiento que conlleva la identificación con la persona del Maestro. Por ello, la propuesta de «vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme» no hace que la pobreza sea una condición del seguimiento, sino una consecuencia del mismo, del compartirse como Jesús.
Pero en el proyecto de este hombre rico no entra el partir y repartir como Jesús hacía. La alternativa propuesta de compartir en vez de tener, el paso de la seguridad a la inseguridad, del privilegio a la marginación… no son cálculos que él esté dispuesto a realizar ni siquiera por la pertenencia al Reino. “A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó triste porque era muy rico” Esta respuesta de huida y no de aceptación de la nueva alternativa es aprovechada por el evangelista para desmitificar la riqueza
Reflexión: Los discípulos, siguiendo la lógica social, quedan desconcertados por las palabras del Maestro. «¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas!». Los discípulos quedaron sorprendidos de estas palabras. Ellos pensaban que las riquezas traían la felicidad, se desconciertan ante el análisis de Jesús que habla de desapego, desprendimiento y entrega para entrar en el Reino.
Amig@, frente a la lógica del mundo se te propone como alternativa la lógica del Reino que consiste no en acaparar y poseer, sino en compartir. La dificultad de entrar en el Reino se la auto-impone aquel que tiene el corazón apegado a los bienes terrenales. El discípulo tiene que vivir la libertad del desprendimiento, porque siguiendo la metáfora del camello y de la aguja quedan imposibilitados para el Reino los que son incapaces de liberar el corazón de los apegos del mundo. Esta será la verdadera sabiduría del discípulo de Jesús.
Una poesía clásica atribuida a Campoamor, lo expresa así: “La ciencia más acabada es que el hombre en gracia acabe, pues al fin de la jornada, aquel que se salva, sabe, y el que no, no sabe nada. En esta vida emprestada, do bien obrar es la llave, aquel que se salva sabe; el otro no sabe nada” ¡No me digas que no hay altura!
No hay comentarios:
Publicar un comentario