Domingo XXXI del Tiempo Ordinario
Que importante es saber “separar el “grano de la paja”. Cuando todo está mezclado, necesitamos separar lo esencial y útil de aquello que es accesorio y superfluo. Tener la facilidad de reconocer lo prioritario y necesario ante diversas opciones que se nos presenten es, hoy por hoy, todo un arte. Por ello te aconsejo que cuando acudas a un gran almacén o a un centro comercial tengas claro que es lo que de verdad necesitas, o te hagas una lista de compra, porque podrás salir del comercio con un montón de cosas totalmente innecesarias e inútiles, dejándote lo principal en las estanterías. Igual puede pasarte en lo espiritual.
En este domingo 31 del Tiempo Ordinario (ciclo b) se nos ayuda a distinguir lo esencial y valioso de lo accesorio e inútil. Se nos invita a buscar el centro de nuestra fe; es decir lo realmente importante, lo que debemos creer y vivir, para que desde aquí surja, como si de una fuente se tratara, lo verdadero y auténtico. Experimentaremos, en este domingo, que es el AMOR el principio y el fin de nuestra fe, el motor de nuestras obras y acciones.
La primera lectura (Deuteronomio 6,2-6) integra el “Shema” (Es la primera palabra hebrea del versículo 4. Traducido por Escucha) Con esta palabra se invita a Israel a ponerse en actitud de escucha para poder proclamar la excelencia de la ley judía, el centro de la fe del pueblo: “El Señor, nuestro Dios, es solamente uno”.
A una afirmación clave de la fe del israelita ha de corresponder una actitud clave del pueblo respecto de su Dios. Puesto que el Dios de Israel es uno, el pueblo tiene que amarlo con un amor único, sin división ni fisuras. Israel queda unido a Dios por el amor total, incondicional y sin reservas.
En el evangelio (Marcos 12, 28b-34) nos encontramos con un maestro de la ley en busca de la verdad autentica. Por ello lanza a Jesús la pregunta: «¿Qué mandamiento es el primero de todos?» Su pregunta nace de una necesidad, ya que un número exagerado de imposiciones y prohibiciones del judaísmo, en muchas ocasiones insignificantes, impedía ver con claridad lo realmente importante.
La respuesta de Jesús, que recoge dos textos del Pentateuco (Deuteronomio 6,4-5 y Levítico 19,18), es clarificadora «El primero es: "Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser." El segundo es éste: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." No hay mandamiento mayor que éstos.»
Esta respuesta del Señor une el amor a Dios y el amor al prójimo. Es el mandamiento MAYOR porque sólo él da sentido y orientación a los demás. De tal manera que el culto meramente externo, la observancia religiosa y el cumplimiento de las diversas normas y preceptos carecen de significado y valor, si no son vividos a la luz y en la perspectiva del amor.
Cuando el escriba acepta las palabras del Maestro y comprende, tras escuchar a Jesús, cuál es el centro de todas las leyes, el mismo Señor le manifiesta que: «No estás lejos del reino de Dios.» Podríamos preguntarnos ¿qué es lo que le falta para entrar en él? En el pasaje siguiente Marcos 12,38-44, que se leerá el próximo domingo, encontramos la respuesta.
Reflexión: Gracias a la pregunta de un escriba sabemos a cuál de las numerosas normas que tenían los judíos le daba más importancia Jesús. La respuesta dada crea armonía entre el maestro de la ley (escriba) y el Maestro del Reino (Jesús) Ambos observan qué es lo central y lo más sublime de la enseñanza hebrea: amar a Dios y amar al prójimo. ¡El gran mandamiento!
Amar es la clave. El mandato no lo mires como una imposición sino más bien una convicción. Desde aquí, que toda tu existencia esté regida por el amor en la relación con Dios y con los hermanos, porque ambos amores son inseparables y complementarios. Desde nuestra fe creemos que no se puede amar a Dios sin amar al prójimo y viceversa. Y en este empeño pon todas tus capacidades y fuerzas que te hayan sido dadas.
En esta misión de amar siéntete aprendiz, nunca maestro, y vive esta espiritualidad y convicción en tu vida cotidiana, en tu historia. Muestra el amor, que nos presentan los textos de este domingo, no con dogmas o ritualismos, sino con vida y verdad.
Por último, permíteme un consejo, que me doy a mí mismo, no quieras envolver tu amor en sólo palabras que en muchas ocasiones suenan a hueco. Desea todo el bien posible al hermano, no juzgues, no hagas distinciones a la hora de amar y vive tu vida de acuerdo a lo que crees… No te agobies con las cosas del mundo.
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