El viernes 1 de noviembre, celebramos la solemnidad de “Todos los Santos”, se nos presenta como texto del evangelio a
meditar las bienaventuranzas (Mt 5,1-12a). Es una invitación a reflexionar
sobre el proyecto de vida y de felicidad que nos muestra Jesús.
En
Las
bienaventuranzas, en
síntesis, son el nuevo proyecto de Dios para el ser humano, es la Ley del Reino
de los Cielos. En ellas, se nos propone un modelo de vida nuevo, distinto y
apasionante. Puede que para el mundo actual, las bienaventuranzas sean una
propuesta para locos e insensatos, ya que nos piden que no sigamos el modelo
establecido, ni nos movamos solamente por las cosas materiales
Hemos de nutrir nuestro espíritu con cuatro
actitudes básicas: mostrándonos misericordiosos, no violentos, honestos y
trabajadores por la paz. Pero como todo esto no nos resulta fácil, a veces nos
costará llorar, padecer, ser incomprendidos e incluso, ser perseguidos.
Sabemos que el proyecto de Dios en nuestras
vidas tiene un sentido y una meta: sentarnos en el Banquete, pertenecer al
Reino de los Cielos, donde creemos que ya han llegado aquellos que han vivido
este estilo de vida y que en la fiesta de Todos los Santos festejamos.
Te invito a que medites estas palabras del prefacio de este día.
“Porque
hoy nos concedes celebrar la gloria de tu ciudad santa, la Jerusalén celestial,
que es nuestra madre, donde eternamente te alaba la asamblea festiva de todos
los Santos, nuestros hermanos.
Hacia ella, aunque peregrinos en país extraño, nos encaminamos alegres, guiados por la fe y gozosos por la gloria de los mejores hijos de la Iglesia; en ellos encontramos ejemplo y ayuda para nuestra debilidad”
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