jueves, 2 de enero de 2025

LA INTRUMENTAL DE LAS FIESTAS DEL PUEBLO

 

II Domingo de Navidad

Siempre me ha gustado escuchar el inicio de los conjuntos de música de las fiestas populares del pueblo. Solían empezar con una pieza instrumental pegadiza y repetitiva que daba paso a las palabras de presentación del vocalista de turno. Bajo ese hilo musical se presentaba al grupo, se saludaba a los asistentes, se les deseaba una noche para el disfrute y se nombraba al pueblo varias veces, cosa que enardecía a los presentes avivando la pasión y el sentido de pertenencia. Como por arte de magia, y no me preguntes el por qué, afloraban los aplausos, chiflidos, saltos y voces desconexas. Se había conseguido un ambiente favorable al conjunto musical con esa “pseudo obertura” consistente en una pieza de música instrumental que daba principio a la actuación de una noche de verano. Todo un preludio o entrada con el que te hacías una idea de lo que podía ser la actuación de esa noche.

En este domingo segundo después de Navidad (ciclo c) se nos ofrece un evangelio que ya fue proclamado en la celebración de la festividad de la Natividad del Señor (25 de diciembre) Estamos nuevamente delante del prólogo de san Juan. Un himno de la Iglesia primitiva con el que se celebraba, anunciaba y expresaba la fe. Con este himno cristológico da comienzo la obra del evangelista Juan que, a modo de obertura, expresa la fe de la comunidad de Juan en Jesús-Palabra-Dios que tiene influencia en el mundo y en la historia, haciéndose carne, acampando entre nosotros y que ofrece y posibilita a cuantos lo aceptan el ser hijos de Dios.

El evangelio (Juan 1,1-18) es esa pieza instrumental que abría el concierto del conjunto de música de las fiestas del pueblo. El prólogo de Juan es la obertura de la gran “sinfonía de la salvación”. Un bello resumen de todo el evangelio, de la fe cristiana y de toda la historia de amor de Dios con la humanidad. Por lo tanto, muchos son los temas que se nos proponen para la meditación desde este evangelio-prólogo (vida, luz, nueva creación, Dios-mundo, Padre-hijo…) tú tendrás que fijarte en aquel aspecto que creas más interesante en el momento actual que vives.

Jesús es presentado como Palabra (término muy difundido a finales del siglo I) que participa de todos los poderes y atributos de Dios. Es como el retrato de Dios acercado a los hombres. Dios se hace inteligible en Jesús. El Señor es quien comunica al ser humano los secretos y la vida del mismo Dios, es el Hijo el Padre que, arrancándose de su más íntima unión con Él, acampa en nuestra historia y comparte nuestra naturaleza humana. “En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios… la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros”

Me gustaría que en esta ocasión fueras consciente, en primer lugar, que Jesús es presentado como el medio por el cual Dios crea todas las cosas: “por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho” Se afirma la intervención de Dios en la creación, no el modo de esa intervención pues esto excede a las competencias de la Biblia.

En segundo lugar, que la Palabra es la VIDA Y LA LUZ para el ser humano; es decir la vida autentica no se halla en el hombre mismo, sino en el autor de la vida. La oposición del hombre a la luz es optar por el camino de las tinieblas, vivir independientemente de Dios o al margen de Él. Pero quien acoge la Palabra participa en la vida de Dios y comienza en la vida del hombre una relación nueva con Él, que aquí se expresa en términos de filiación. Nuevos lazos unen al hombre con Dios que es posible por iniciativa de Él y no por una generación natural: “a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios”

Reflexión: Creo que el prólogo de San Juan, proclamado en este domingo, tiene el mismo efecto ilusionante que los conjuntos de música con sus inicios instrumentales en las fiestas del pueblo. Pero para ello, no tengas miedo a hacer sitio y recibir en tu corazón al Señor. Haz posible el intercambio de un Dios que se hace hombre para que el hombre se haga hijo suyo. Acepta la  paternidad de Dios, fruto de su ternura, como el auténtico regalo de Navidad sin envoltorios de papel. “Gracias a Jesús hoy resplandece ante el mundo el maravilloso intercambio de nuestra salvación; pues al revestirse el Hijo de nuestra frágil condición nos hizo partícipes de su eternidad” (Prefacio III de Navidad)

No niegues a Dios la obra que quiere realizar en ti, más bien pon todos tus dones a su servicio para que Él actúe, desde tu libertad, y ya no te sientas esclavo sino hijo. Basta con creer en Él. Déjate seducir por el Maestro que es capaz de cambiar las cosas y las personas. Él es la fuerza que comunica Dios, que da sentido a tu vida y transforma al que le recibe. Él es Dios que se hace humano, que habita en ti y que se encuentra vivo, en lo débil y pobre.

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