2º Domingo del Tiempo Ordinario
Por más vueltas que le doy no me puedo imaginar un banquete sin vino. Aún menos llego a imaginar, que exista un banquete de bodas donde se sustituya el vino por refrescos sin gas y, difícilmente, por agua mineral. Ya sabes aquello de “Beber, beber, beber es un gran placer el agua para bañarse y pá las ranas que nadan bien” Parece que el elemento indispensable de una boda y de un banquete es el fruto de la vid. Sin vino no hay paraíso, como si el descorchar una botella de semejante líquido fuera la condición indispensable sin la cual no existe la fiesta, la alegría o el disfrute.
Desde una mirada superficial esto fue lo que ocurrió en Caná de Galilea y que nos relata la Palabra de Dios, especialmente el evangelio, en este domingo 2ºdel tiempo ordinario (ciclo c) Pero si te adentras en la estructura e intención teológica del relato, comprobarás que el evangelista construye una narración llena de símbolos, para decirte uno de los mensajes centrales de su evangelio que consiste en: la sustitución de la antigua alianza (agua), fundada en la ley mosaica, por la nueva alianza (vino) fundada en el amor.
El evangelio (Juan 2,1-12) nos sitúa en el marco de una boda que en la tradición de Israel, sobre todo en los profetas, describía las relaciones entre Dios y el ser humano. Date cuenta que es una boda anónima, donde ninguno de los novios tiene ni rostro ni voz. Esta boda es figura del fracaso de la alianza antigua, mientras que la presencia y acción de Jesús muestra la nueva alianza, que es fiesta y alegría, símbolos del nuevo tiempo mesiánico.
El símbolo del banquete mesiánico (Isaías 25,6) es el vino. Éste se ha terminado. Es decir, la antigua alianza, tal y como se vive, es incapaz de mantener la relación de amor entre Dios y su pueblo. Las palabras de María a Jesús «No les queda vino» constatan algo esencial en los tiempos mesiánicos: la abundancia y exquisitez del vino, como lo afirmará el mayordomo: «Todo el mundo pone primero el vino bueno y, cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora». Por lo tanto, no hay alegría ni hay amor, indispensable en toda unión nupcial.
Este signo realizado por Jesús, en el inicio de su ministerio, es la presentación de la obra del Maestro como un nuevo tiempo, una nueva creación. Presta atención a la minuciosa descripción que de las tinajas se hacen en el relato. Se precisa su número (seis) insinúa su imperfección, el material de que estaban hechas (piedra) hace referencia a las tablas en la que fue escrita la ley de Moisés, su capacidad (unos cien litros) muestra la dificultad de cambiarlas y moverlas, su finalidad (destinadas a la purificación de los judíos) expresan que los ritos de la alianza antigua ya no sirven porque no alcanzan su objetivo que era unir al hombre con Dios. Todo es símbolo: las tinajas de piedra dan paso a un vino excepcional y abundante.
La conclusión del signo nos dice abiertamente que su finalidad primera está centrada en Jesús. “Este fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en Él” (Juan 2,11) La figura de María queda subordinada a Él.
Reflexión: El Tiempo Ordinario nos abre un tiempo nuevo donde Jesús va a ser el centro. El Señor nos guía, este domingo, para que desterremos de nuestras vidas aquello que no nos ayuda a encaminarnos a la felicidad y sustituirlo por lo auténtico y genuino que nos hace celebrar nuestro seguimiento como fiesta de amor. El ritualismo del Antiguo Testamento que confería “pureza religiosa”, fue sustituido en el mejor “vino de fiesta” y sólo así creció la fe de los discípulos. Jesús rompe la forma de entender el encuentro de Dios con el hombre basada en formulas, mandatos, prohibiciones… y la reemplaza por el amor.
Creo que las palabras de María hoy adquieren, para ti y para mí, un especial significado: «Haced lo que él os diga» Es decir, podemos seguir imbuidos en nuestra religiosidad anquilosada en el pasado que no nos ofrece crecimiento en la fe, o fiarnos de las palabras y acciones de Jesús que nos otorgan el vino nuevo de la alegría.
Amig@ entras en el tiempo de descubrir la gran novedad, que supone el cogerte de la mano del Maestro. El miedo, la culpa, el pecado… ha pasado, llega el tiempo nuevo del amor incondicional. Eres libre y puedes escoger. El Espíritu obrará en ti maravillas, déjate transformar en vino excelente y abundante.
Cuando algo pierde las propiedades para lo que se creó y deja de funcionar, lo lógico es cambiarlo, sustituirlo o reemplazarlo. Puedes vivir en la nostalgia del pasado manteniendo algo que no cubre tus expectativas o puedes vivir en el presente transformando lo inútil en útil, lo inferior en algo incomparablemente mejor. ¿Quién de nosotros no ha sustituido su viejo coche porque ya no funciona?
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