Erase una vez...
Un día del
mes de marzo, hace ya mucho tiempo, un viejo maestro de escuela llevó globos a
su aula y regaló uno a cada alumno.
A cada niño le pidió que pusiera su nombre en el
globo que les había regalado, los dejaran en el suelo y salieran de la clase.
Una vez afuera, les dijo: "Tenéis cinco
minutos para que cada uno encuentre el globo que lleva su nombre" Los alumnos entraron corriendo a buscar cada
uno el globo con su nombre escrito. Se atropellaban unos a otros. Los globos revoloteaban con tanto
movimiento de los niños. Se terminaron los 5 minutos y ninguno había
podido encontrar el globo que llevaba su nombre.
El maestro les dijo ahora: "Coged cualquier globo y entregárselo al dueño del nombre que lleva anotado".
En apenas un par de minutos todos los alumnos
ya tenían el suyo en la mano.
Finalmente, dijo el maestro: "Chicos,
los globos son como la felicidad. Nadie la va a encontrar buscando la suya
solamente. En cambio, si cada uno se preocupa por la del
otro, encuentra rápido la que le pertenece"
Moraleja. Nosotros también
tenemos un globo con nuestro nombre escrito y ahora más que nunca, nos
necesitamos unos a los otros. No es por ti, ni por mí. No es por los tuyos, ni
es por los míos. Es porque ahora la felicidad, la serenidad, la esperanza, la
salud... de todos, está en nuestras manos.
Cuida y cuídate.
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