Bendición Urbi et Orbi. Papa:
“La oración es nuestra arma vencedora”
El Papa Francisco
eleva su suplica al Señor y nos pide que confiemos en Él y respondamos a su
llamada a “convertirnos”. También nos pide que sigamos el ejemplo de las
personas corrientemente olvidadas que están en el timón de la barca en estos
momentos de crisis sanitaria por la pandemia.
Mireia
Bonilla – Ciudad del Vaticano
“Al igual que a los discípulos del Evangelio,
nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que
estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo
tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos”.
Con estas palabras, el Papa Francisco ha
iniciado su reflexión centrándose en el Evangelio según San Marcos 4, 35.
El Papa además ha expresado que “nos
encontramos asustados y perdidos” pero en esta barca – recuerda – “estamos
todos”, de hecho, continúa, “al igual que esos discípulos, que hablan con una
única voz y con angustia dicen: “perecemos”, también nosotros descubrimos que
no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos”.
Jesús calma la tempestad
Reflexionando sobre el Evangelio de San
Marcos, el Papa habla de la “tempestad”: “La tempestad desenmascara nuestra
vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con
las que habíamos construido nuestras agendas, proyectos, rutinas y
prioridades”.
Para Francisco, la tempestad también nos
muestra “cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y
da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad” y pone al descubierto “todas
esas tentativas de anestesiar con aparentes rutinas “salvadoras”, incapaces de
apelar a nuestras raíces y evocar la memoria de nuestros ancianos, privándonos
así de la inmunidad necesaria para hacerle frente a la adversidad”.
Pero esta tempestad también nos quita el
“maquillaje” de los estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos
siempre pretenciosos de querer aparentar y deja al descubierto “esa (bendita)
pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia
de hermanos”.
El Pontífice también ha elevado una súplica
en estos momentos de prueba: “mientras estamos en mares agitados, te
suplicamos: “Despierta, Señor”.
El Papa asegura que hemos avanzado
rápidamente, sintiéndonos fuertes y capaces de todo y codiciosos de ganancias –
dice – “nos hemos dejado absorber por lo material y trastornar por la prisa”.
Es en este momento en el que el Papa, dirigiéndose al Señor, asegura que “no
nos hemos detenido ante sus llamadas”, tampoco “nos hemos despertado ante
guerras e injusticias del mundo” ni “hemos escuchado el grito de los pobres y
de nuestro planeta gravemente enfermo”. De hecho, dice, “hemos continuado
imperturbables, pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo”.
En esta Cuaresma resuena la llamada urgente: “Convertíos”
“Señor,
nos diriges una llamada, una llamada a la fe. Que no es tanto creer que Tú
existes, sino ir hacia ti y confiar en ti” dice Francisco. En esta Cuaresma
resuena la llamada urgente: “Convertíos” en la que se nos llama a tomar este
tiempo de prueba como un momento de elección. “No es el momento de tu juicio,
sino de nuestro juicio – asegura el Papa – el tiempo para elegir entre lo que
cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que
no lo es”. También es el tiempo “de restablecer el rumbo de la vida hacia ti,
Señor, y hacia los demás”, puntualiza.
Sigamos el ejemplo de personas ejemplares, corrientemente
olvidadas.
El Papa también nos pide que dirijamos
nuestra mirada a tantos compañeros de viaje que son ejemplares, pues, “ante el
miedo – dice – han reaccionado dando la propia vida”. El Papa se refiere a la
generosa entrega de personas comunes “corrientemente olvidadas” que no aparecen
“en portadas de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último
show” pero, sin lugar a dudas, “están escribiendo hoy los acontecimientos
decisivos de nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de
reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras,
transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y
tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo”.
La oración y el servicio silencioso son nuestras armas
vencedoras
El comienzo de la fe es saber que necesitamos
la salvación. “Invitemos a Jesús a la barca de nuestra vida” nos pide el Papa y
“entreguémosle nuestros temores, para que los venza”.
Francisco asegura que si hacemos esto,
experimentaremos, al igual que los discípulos, que con Él a bordo, no se
naufraga”. En este sentido, el Papa nos hace un ejemplo gráfico: “Tenemos un
ancla: en su Cruz hemos sido salvados. Tenemos un timón: en su Cruz hemos sido
rescatados. Tenemos una esperanza: en su Cruz hemos sido sanados y abrazados
para que nadie ni nada nos separe de su amor redentor”.
Al final de su reflexión, el Papa ha pedido
al Señor que bendiga “al mundo”, de salud “a los cuerpos” y consuele “los
corazones”. “Nos pides que no sintamos temor, pero nuestra fe es débil y
tenemos miedo” ha concluido.
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