Las lecturas que la liturgia nos ofrece en
este tercer domingo de cuaresma (ciclo A) cobran una actualidad tremenda en
estos días en los que nos encontramos viviendo sumergidos en la “crisis sanitaria coronavirus”
Son lecturas
de confianza y esperanza.
“Yo estaré contigo” son las palabras
que pronuncia Dios a Moisés, cuando éste se dirige a Él solicitando una luz, un
gesto, una acción… para responder al pueblo de Israel, el cual, ante la necesidad
de agua y el sufrimiento que produce la escasez de este bien en el desierto, se
revela contra Dios y ataca a Moisés.
Dios se muestra padre paciente, que no
abandona a sus hijos, aunque estos hayan dudado y olvidado su presencia.
El pueblo elegido conocía los prodigios y
maravillas que Dios había realizado con ellos, sin embargo se preguntan “¿Está el Señor con nosotros, o no?”
La respuesta de Dios es contundente, su
fidelidad y su amor para con el pueblo no ha cambiado, ni girado ni mudado: “YO
ESTARÉ CONTIGO” es decir, Dios camina en su historia junto a ellos.
En el evangelio encontramos como Jesús se presenta
necesitado y sediento a la samaritana y como termina siendo para ella y su
pueblo “AGUA VIVA”.
La mujer va por agua para calmar su sed. Para
Jesús, esa sed es sólo el signo de una sed más profunda: el ansia de felicidad.
A la mujer le hace ver su error: busca en el pozo, fuera de su hogar, lo que
sólo puede encontrar entrando en su verdadero hogar y descubriendo la fuente
que allí mana. Poco a poco va llevando su atención al interior, al corazón,
para enfrentarla con su verdadera desdicha hasta hacerle comprender que sólo
dentro de sí podrá encontrar lo que inútilmente busca fuera.
Mirar dentro, oír el corazón, buscar en el
alma la respuesta a las preguntas, adentrarse en la quietud del propio
espíritu... ése es el camino que Jesús propone a la mujer. Ella se resistió
pues no comprendía el mensaje del Nazareno. Pero se dejó guiar por aquella voz
y vio de cerca su herida -la del sentimiento-. Y debió resultar bien el viaje
hacia su propio corazón porque, dice el relato, que volvió a la vida dejando
abandonado junto al pozo su cántaro. Descubrir la fuente de la dicha en el
interior es lo único que puede hacernos verdaderamente felices. Tratar de
calmar esa sed en pozos extraños sólo es una ilusión que se disuelve cada
amanecer.
Para el cristiano, es Jesús, Hijo de Dios,
quien calma nuestra sed en medio del caminar de la vida.
La samaritana nos representa a todos nosotros
que buscamos a Dios en medio de nuestros errores y equivocaciones de la vida. Representa
a quienes nos ponemos el traje de explorador y salimos en busca de la Verdad,
que para nosotros es Cristo…. Dios camina con nosotros en nuestra historia
personal y comunitaria.
No perdamos la capacidad de sorprendernos, en
medio de las dificultades, problemas, miedos, necesidades del día a día
Hoy, más que nunca, urge el pedir al Señor
que sea “agua viva” para nuestra sociedad; esa agua que calme nuestras dolencias
y necesidades del corazón.
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