Vamos avanzando en el tiempo de cuaresma,
tiempo en el que preparamos nuestro corazón para encontrarnos con Jesús
Resucitado, en la mañana de Pascua.
Como a Abraham, Dios nos invita a confiar en
Él, a fiarnos de su palabra y a ponernos en camino con la bella misión de ser
puentes que unan a los hombres con Dios.
En esta misión (camino) se nos exige FE para
dejar lo seguro y arriesgarnos por lo posible, colgados y sujetos de la Palabra
de Dios.
Marchar a la Resurrección tiene mucho de
confianza, de aceptación del riesgo y del reto, de caminar a lo nuevo y desconocido
y de obediencia a la Palabra de Dios.
No os engaño, ni creo que os sorprenda, si os
digo que este camino de fe NO está exento de dificultades, especialmente el
miedo al fracaso o el miedo a mirar atrás pensando sólo en lo que dejamos en
vez de arriesgarnos en mirar hacia dónde caminamos.
Y ante este miedo, que paraliza nuestro
caminar, Jesucristo nos abre una ventana de ánimo y esperanza. Como a Pedro,
Santiago y Juan, en el Monte de la Transfiguración, nos muestra su gloria y se
presenta a nosotros como el Mesías esperado e Hijo de Dios.
Jesús invitó a sus apóstoles y discípulos, y
hoy a nosotros a:
1.- Contemplar
que la muerte en cruz no es el final del camino, sino que la muerte será
vencida por la Resurrección.
2.- Asumir
con alegría las exigencias de ser discípulos de Maestro. “Si quieres venir
tras de mí toma tu cruz, ven y sígueme” Ser cristiano no es una losa que nos
hunde sino un estilo de vida que nos libera y sana nuestras esclavitudes.
3.- Sentir
que nos acompaña en el camino cuaresmal el Hijo de Dios. Creamos en su
persona y escuchémosle porque en la persona de Cristo radica la fe del
cristiano.
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