jueves, 19 de noviembre de 2020

DE EXAMENES

 

Andamos sumergidos en tiempos revueltos, tiempos de crisis sanitaria y económica, de enfrentamientos verbales y violencias físicas… pero también, sería injusto por mi parte no reconocer, andamos en tiempos en los que surgen “brotes de esperanza” que se manifiestan en hombres y mujeres que no dan todo por perdido y se lanzan a la aventura de la solidaridad y caridad con sus semejantes, especialmente con los más débiles y vulnerables.

Es ésta una vieja historia del ser humano que se repite con cierta frecuencia. El mundo se compone de unas personas que aman y de otras que viven en la mayor de las indiferencias. Incluso puedo afirmar que, en un mismo ser humano, se dan ambos compuestos AMOR-INDIFERENCIA… Como ya te decía es una historia no nueva, sino que va aparejada a nuestra condición desde que el hombre es hombre.

Las lecturas de este domingo, último del año litúrgico (ciclo a), en la festividad de Jesús Rey del Universo, nos presentan dos grupos de personas cuyo comportamiento ha sido bien diferente y por extensión, nos invitan a revisar nuestro propio comportamiento.

En el evangelio (Mateo 25,31-46), a modo de examen final de curso, se nos pide hacer un acto de discernimiento en el que aparecerán las consecuencias del comportamiento que se haya tenido mientras aguardábamos la venida del Señor. Lo que resulta más llamativo, al menos para mí, es la medida que se va a utilizar en ese examen, ya que en él lo decisivo, no es la cantidad de prácticas religiosas que se ha tenido, sino la actitud de amor o indiferencia hacia los hermanos más pequeños de Jesús que se encuentran en una situación extrema de necesidad. Y la razón última está en la íntima solidaridad que existen entre éstos y el Señor, es decir, lo que se hace con ellos, se hace con Jesús.

La primera lectura del profeta Ezequiel 34, 11-12.15-17 (aunque os aconsejo leer al menos hasta el versículo 24 para comprender mejor el texto) insiste en el mismo sentido que el evangelio. El pueblo de Israel es comparado a un rebaño que ha sido maltratado, abandonado y dispersado por los pastores que tenían la misión de cuidar, proteger, apacentar y fortalecer a las ovejas, especialmente a las más débiles, enfermas, heridas y perdidas. E, igualmente, ese mismo rebaño ha sido explotado y oprimido por las ovejas más gordas, robustas y los carneros quienes se han aprovechado de las débiles no dejándolas pacer en buenos pastos abusando de su fuerza.

Utiliza el profeta un lenguaje simbólico para hacer una denuncia de las autoridades políticas de Judá responsables, para Ezequiel, del destierro de Babilonia. Ellos son los "pastores" que se han aprovechado del rebaño, es decir del pueblo, que no lo han apacentado ni alimentado sino que los gobernantes y líderes religiosos se han alimentado así mismos y, en vez de gobernar con justicia, han oprimido al pueblo.

Junto a los malos pastores, se encuentran los “carneros” son los representantes de la clase alta, que tienen poder en el pueblo, riqueza y privilegios. Gente opresora, violentos y con influencia que se han comido lo mejor y pisotean el resto con sus pezuñas. Es el reflejo de una sociedad caracterizada por una fuerte tensión entre explotadores y oprimidos, pastores crueles y ovejas débiles… Solamente la intervención de Dios podrá realizar una transformación liberadora de esta sociedad insolidaria: Dios será el nuevo pastor que “cuidará y reunirá" a su rebaño.

Reflexión: La exhortación y enseñanza de las parábolas de domingos anteriores ("Las vírgenes prudentes y necias", "Los talentos") a estar vigilantes y atentos adquiere una gran fuerza a la luz del evangelio de hoy. Estar vigilantes, preparados y entregarse por entero al Reino consiste, principalmente, en vivir según el mandamiento del amor.

Hoy, recibimos una llamada de atención para no descuidar nuestro compromiso práctico con aquellos que son el mismísimo Jesús, los más vulnerables. “Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, que son mis hermanos, conmigo lo hicisteis”. Se nos invita a despertar y a no aletargarnos, ya que nuestro destino se decide con la actitud que tengamos ante los necesitados.

Termina el año litúrgico y lo hacemos con la festividad de Jesucristo Rey, es una oportunidad para meditar las preguntas del examen final de curso. Tenemos la gran ventaja de que conocemos las preguntas de ese examen y conocemos al profesor, sabemos por lo tanto de sus predilecciones, sabemos que se nos examinará sobre el amor y sobre nuestra indiferencia o acogida del hambriento, sediento, peregrino, enfermo, desnudo…

¡Si no apruebas con nota es problema tuyo! No culpes ni al profesor porque te tiene "tirria", ni a la dificultad del examen, porque es el único Maestro que te ha dado las preguntas por adelantado.

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