Dios con nosotros.
Él es de todos sus hijos. Está con los que le
invocan y con los que le ignoran, pues habita en todo corazón humano,
acompañando a cada uno en sus gozos y sus penas. Nadie vive sin su bendición.
Dios con nosotros.
No vemos su rostro. Su presencia es humilde y
discreta, cercana e íntima. Si no ahondamos
en el corazón, no le
descubriremos, puede pasar inadvertido.
Dios con nosotros.
No grita, no fuerza a nadie a amarle. Respeta siempre. Nos atrae hacia lo bueno, bello y justo. En Él podemos encontrar fortaleza para la dureza de la vida.
Dios con nosotros.
Cuando nadie nos comprende, Él nos acoge y
acompaña. En momentos de dolor, nos consuela. En la debilidad nos sostiene.
Siempre nos está invitando a amar la vida, a cuidarla y hacerla siempre mejor.
Dios con nosotros.
Está en los oprimidos defendiendo su
dignidad, y en los que luchan contra la opresión alentando su esfuerzo. Y en
todos está llamándonos a construir una vida más justa y fraterna, más digna
para todos, empezando por los últimos.
Dios con nosotros.
Despierta nuestra responsabilidad y pone en
pie nuestra dignidad. Fortalece nuestro espíritu para no terminar esclavos de
cualquier ídolo.
Dios está nosotros. Esto es lo que celebramos los cristianos en las fiestas de Navidad: Esta fe sostiene nuestra esperanza y pone alegría en nuestras vidas.
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