LA PUERTA: Jesús está llamando a
nuestra casa. Lo hace sin imposiciones y con suavidad. Sólo los humildes, los
que sean capaces de desconectar del ruido y de los falsos dioses, percibirán su
llegada. Que las luces artificiales no impidan descubrir la LUZ
LA PACIENCIA: Jesús, cuando llegue,
nos quiere vigilantes, expectantes, persistentes. Así podremos estar alertas a
su venida y no distraídos. Que el sueño ni el cansancio te venzan.
EL PERDÓN: Dios nunca deja de
apostar por la humanidad. Sigue empeñado en atraer hacia el Padre el corazón de
los hombres. Un corazón que esté armonizado y afinado con la misericordia,
encuentra al Niño Dios envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Que el perdón y la humildad sean los cimientos en este final del camino de Adviento.
EL DESPRENDIMIENTO: La presencia del
Señor en el mundo se hace más palpable cuando, los hombres y mujeres con
esperanza, saben desprenderse de sí mismos. Dios se rebaja para que entendamos,
que Navidad es amor bajado del cielo.
LA RENOVACIÓN: El nacimiento de un
niño trae aires nuevos a una familia. Dejemos que nuestro corazón esté abierto
para que la luz del Niño Dios penetre en los rincones de nuestro corazón y los
transforme. Busca el abrazo de Dios, siempre nuevo.
EL SI: Con María podemos vivir el adviento con ilusión, esperanza y no dando la espalda a lo auténtico y genuino de la Navidad: Dios nos ama y se hace hombre para salvarme. Que no llenes tus días de "noes".
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