Cuando alguien te llama o te invita para una labor espera de ti una respuesta. Te piden al menos confirmar asistencia, que contestes a su invitación de forma positiva o negativa. Quien te llama e invita cuenta contigo, pero puede que tú no cuentes con él. Buscamos excusas para nuestras ausencias o confirmamos nuestra presencia, sea como fuere quedas invitado y llamado. Ahora, tú verás.
La Palabra de Dios, que es proclamada en este domingo 5º del tiempo Ordinario (ciclo c) nos centra en la llamada a la misión. Se nos ofrece una invitación a seguir al Maestro y, en el caso de Isaías, a ser profeta. En las lecturas, encontramos la respuesta a la invitación: «Aquí estoy, mándame» «Dejándolo todo, lo siguieron»
En la primera lectura (Isaías 6,1-2ª.3-8) se nos muestra la vocación del profeta Isaías, la invitación y llamada de Dios a una misión. Tiene lugar en el templo o al menos es una visión de Dios sobre un elevado trono. El tres veces santo es el Señor, («¡Santo, santo, santo es el Señor del universo, llena está la tierra de su gloria!») Ésta santidad la podemos definir como una verdadera fuerza, una energía que hace que Dios sea atractivo.
Responde el profeta a esta llamada poniendo
el acento en su impureza («¡Ay de mí,
estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros») Reconoce el profeta su
silencio, el permanecer callado cuando hubiera debido hablar, por eso sus
labios están manchados con un silencio culpable. Pero, tocado por el Señor, él
está en condiciones de ponerse a su servicio: «Aquí estoy, mándame»
En el evangelio (Lucas 5,1-11) se nos narra la llamada a los primeros discípulos. La pesca milagrosa prepara a los discípulos para seguir a Jesús y es signo simbólico de la misión del cristiano y de la Iglesia. Esta misión exige un cambio en la misma concepción que se tiene de Jesús a quien hay que reconocer como “Señor”, en quien actúa el poder de Dios. Pedro es quien simboliza esta nueva disposición y ya no se dirige a Jesús con un título de respeto sino como Señor. «Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador… «No temas; desde ahora serás pescador de hombres ».
Reflexión: “La gente se agolpaba en torno a Jesús para oír la palabra de Dios”. Esa Palabra era fuente de ilusión y esperanza, era oxígeno para bajar a las profundidades de la vida. El mundo de hoy, veintidós siglos después, necesita también escuchar a Dios. El hombre de hoy tiene actitudes de explorador y sigue buscando la Palabra de Dios como bálsamo para sus heridas, porque está necesitado de motivos para vivir esperanzado e ilusionado, motivos para llenar su existencia de valores que le hagan crecer y vivir.
Tú y yo, que nos hemos encontrado con el Señor, que le hemos dejado subir a nuestra barca, recibimos hoy la llamada e invitación a «Rema mar adentro, y echar las redes para la pesca». Ten capacidad para el asombro, Dios se te revela en tu quehacer diario.
¿Cómo ser “pescadores de hombres” en este momento de nuestra historia? Te ofrezco diversos puntos para tu meditación.
Deja al Maestro que suba a la barca contigo. El Señor no puede faltar en tu labor evangelizadora. No eches las redes en tu solo nombre sino en nombre de Jesús, Maestro y Señor.
El desaliento por anteriores pescas infructuosas no puede desanimarte ni hacerte perder la ilusión de volver a hablar de Dios. Los apóstoles comentan que “han estado toda la noche bregando y no han cogido nada”. No te refugies en excusas para dejar las redes quietas en la barca y no echarlas de nuevo al mar de la vida.
La confianza en el Señor, en su persona y en su palabra debe ser una constante en tu vida de apóstol. Es el Señor quien te invita a lanzar la Palabra de Dios en tus ambientes. La confianza en su fuerza nos llevará a cambiar de actitud y porque “tú lo dices echaré las redes”
La humildad debe presidir todos los actos de nuestra vida, también en lo concerniente a la evangelización. Cuando al echar las redes del evangelio hayamos conseguido nuestros objetivos y propósitos, deberemos caer a los pies de Jesús y, al igual que Pedro y sus compañeros, reconocer en Él al Dios vivo y su fuerza transformadora.
No tengas miedo. La misión a la eres llamado e invitado no es fácil, la dificultad está presente, pero no puedes tener miedo al desafío que supone ser “pescador de hombres”. El miedo paralizará tu acción, convertirá tu seguimiento en el cumplimiento de normas, preceptos, mandamientos… Jesús te quiere para empresas más grandes.
Desprendimiento. “Lo dejaron todo” Una actitud propia del discípulo en el seguimiento de Jesús. Lucas nos expresa así que la generosidad en el desprendimiento debe ser uno de los signos distintivos de las comunidades y de los creyentes en Jesús.
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