Nuestra vida está llena de advertencias. Son llamadas de atención, a la vez que consejos y prevenciones sobre algo. ¿Quién no ha recibido u ofrecido una advertencia a lo largo de su vida? Cuando advertimos a otra persona solemos hacerlo con el fin de avisarle acerca de algún tema que es de su interés y que conviene tener en cuenta. Ante una advertencia puedes pasar olímpicamente y atenerte a las consecuencias o tomarlo en consideración.
Encuentro en la Palabra de Dios, de este domingo 6º del tiempo Ordinario (ciclo c) claras advertencias para vivir el seguimiento de Jesús en fidelidad y ser feliz. Más allá de dedicar nuestro tiempo a buscar las diferencias entre las bienaventuranzas en Mateo (Mt 5,1-12) y las bienaventuranzas de Lucas, sintamos que el Maestro se dirige a los discípulos de todos los tiempos y a cada uno de nosotros en particular; a ti y a mí que nos exhorta y enseña.
En el evangelio (Lucas 6,17.20-26) contemplamos a Jesús ante un grupo grande de discípulos y pueblo de diversas procedencias. Bajando del monte (como Moisés del Sinaí) comienza a evangelizar, el pueblo ha venido a escucharle y a sentir la salvación como una realidad a su alcance.
Lucas nos presenta situaciones concretas de carácter social que reflejan el interés de Jesús y del evangelista por los pobres, quienes son los destinatarios de estas bienaventuranzas. Son ellos (los pobres) los que viven situaciones concretas de hambre, de lloro y de persecución. A ellos Jesús les ofrece una comprensión de su existencia con el anuncio de una escala de valores distinta a la que predomina en el mundo. La salvación anunciada en el Antiguo Testamento por medio de promesas y esperanzas se cumple en la misión de Jesús.
El gozo y la alegría que se expresan en este texto (“Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo”) hunden sus raíces en un Dios misericordioso con los oprimidos, excluidos y descartados. El estilo de la actuación de Dios está marcado por una mirada en favor del pueblo que sufre.
Por ello, continúa el evangelista haciéndonos hincapié en quién, en qué o en dónde ponemos nuestra confianza. Con cuatro “ay” se nos manifiesta que toda confianza puesta en la riqueza material es engañosa. Son palabras que resuenan como advertencia, pero que a la vez, invitan al creyente y a toda la comunidad cristiana a una conversión y a dirigir la mirada del corazón al Dios que atiende a los pobres y que nos pide ser misericordiosos con los más débiles.
La crítica de Lucas a los que ponen su corazón en la riqueza, no es un tema nuevo en el evangelista. Lo podemos encontrar en el Magníficat (Lucas 1,51-53) y lo veremos en capítulos posteriores en un texto exclusivo: la parábola del pobre Lázaro (Lucas 16,19-31)
De confianza también nos habla la primera lectura (Jeremías 17,5-8) que parafraseando al salmo responsorial (Salmo 1) llama dichoso y bendito a quien pone su confianza en el Señor y a quien Dios hará fructificar. “Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor….” Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza será un árbol plantado junto al agua...”
Reflexión: Se nos traza, en los textos de este domingo, un camino a seguir de forma clara. Puedes sentirlo como una serie de amenazas, pero me gustaría que lo comprendieras desde el amor incondicional del Maestro que desea la felicidad tuya y no tu miedo. El Dios de la misericordia, del que Jesús es rostro vivo, no pretende amedrentarte y mucho menos esclavizarte, sus acciones y palabras buscan en ti que seas libre, dichoso, alegre y feliz. Él desea que saltes de gozo y para ello te propone, NO te impone, un sendero que comienza con la confianza en Él para que seas como el árbol plantado junto al agua y no terreno árido y sin vida.
Las bienaventuranzas, dice el Papa Francisco, “son como el carnet de identidad del cristiano… en ellas se dibuja el rostro del Maestro, que estamos llamados a transparentar en lo cotidiano de nuestras vidas” No son poesía de Jesús sino propuesta de ir contracorriente, contra lo establecido o con lo acostumbrado a vivir en la sociedad. Son un nuevo estilo de vida, para nada algo superficial, que golpean nuestro conformismo e indiferencia y que nos interpelan a un cambio radical y real de vida. Sólo podemos vivir el camino que nos proponen las bienaventuranzas si el Espíritu Santo hace morada en nosotros, nos invade con toda su potencia y nos libera del egoísmo, la comodidad y el orgullo.
Amig@ con este evangelio tienes un reto: ser el protagonista de tu felicidad. No te conformes con ser espectador de la felicidad, sino más bien apuesta por el diseño de vida del Maestro que es apasionante, distinto, atractivo y creativo.
Advertido estas, ahora tú puedes pasar olímpicamente o tomarlo en consideración. Sé libre y feliz.
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