miércoles, 1 de abril de 2020

LA REVOLUCIÓN DE LA TOALLA


A lo largo de nuestra vida hemos oído hablar de muchas revoluciones. Una revolución marca un antes y un después en la historia de la humanidad, nada será igual, nada volverá a ser como antes. Conocemos por la historia la revolución francesa, la rusa, la industrial… pero, a mi modo de ver, la más revolucionaria de todas fue la revolución de la toalla.

No sé si la conoces. La protagonizó Jesús, el Señor. Estando sentado a la “Mesa”, junto a sus apóstoles, en un momento de la “Cena”, se levantó, se quitó el manto, tomó una toalla y empezó a lavar los pies a sus discípulos.
Fue un gesto profético que anunciaba la entrega total, el amor incondicional de Jesús al ser humano de toda condición, raza, lengua y nación. 
Entrega sin etiquetar a las personas por su condición social, política, económica u opción sexual. Entrega sin discriminar a nadie, simplemente don, regalo al ser humano.

Él se dio y se da, porque en esta revolución de la toalla, a sus discípulos, es decir a nosotros, después de lavarles los pies les dice y nos dice: “¿Habéis visto lo que he hecho? Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis”

Muy parecido a los flores de los Alpes suizos, que se encuentran a más de 2.000 metros de altura, que comparten su belleza y perfume, tanto con el millonario como con el mendigo, con la misma generosidad. El don de estas flores es incondicional, ¡ellas no saben poner etiquetas a las personas!
Tampoco conocen las vacaciones ni los días de descanso: truene o luzca el sol, nieve o llueva… son fieles a su tarea, dando, dando, dando… sin cesar.  Es más, el don gratuito de estas flores es no-violento, son sumamente resistentes, si caminas por encima de ellas y las aplastas, tras un instante, volverán a extender sus pétalos  porque no entienden de resentimiento ni cólera.
Se dan con naturalidad porque su esencia es ser don gratuito de perfume y hermosura. (Libro: El arte de bendecir de Pierre Pradervand)

Si comprendiéramos que el fondo de nuestro ser más auténtico es el amor, entonces sabríamos amar de la misma forma que las flores alpinas dan su belleza y aroma. No mediríamos con cuentagotas nuestra entrega porque sería empobrecernos.

La revolución de la toalla continúa tanto en cuanto, nosotros, discípulos de Jesús, nos levantemos para encontrarnos con el otro, nos quitemos el manto, es decir nos despojamos de aquello que nos sitúa en poderes y prestigios, sean sociales o eclesiales y nos agachemos para amar al ser humano, desde abajo, poniéndonos con humildad a su servicio y disponibilidad.

Muy importante, en la revolución de la toalla lavar los pies supone acoger y aceptar la historia recorrida por esos pies en el camino de la vida, es hacernos cargo de sus heridas sin juzgar, sólo entregando el bálsamo del agua.
Cuanto más lavemos los pies más se irán difuminando y reduciendo los juicio sobre el otro.
Al final me doy cuenta que lavar los pies no es una revolución para el otro, ni para el mundo, sino principalmente para mi corazón.

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