martes, 21 de abril de 2020

POR CONTAGIO


La resurrección de Jesús, para nosotros los cristianos, es la victoria del amor sobre la raíz del mal; una victoria que traspasa el sufrimiento y la muerte, que nos abre un camino en nuestras oscuridades, porque transforma el mal en bien. No es la resurrección una fórmula mágica que hace desaparecer los problemas, sino que la resurrección es esperanza de Jesús, que “infunde en el corazón la certeza de que Dios conduce todo hacia el bien(Papa Francisco homilía Vigilia Pascual 2020)

Por lo tanto, la resurrección de Jesús es Buena Noticia que debemos “contagiar” al mundo, que anda necesitado de esperanza, ante los desafíos a los que ya se enfrentaba y a los que se añade esta situación de pandemia que somete a la “familia humana” a una gran prueba.

“Contagiemos esperanza”. Dejemos que sea Jesús quien triunfe en nuestro corazón y en nuestra vida. Que no triunfe entre nosotros el miedo y la muerte porque ello nos llevará a seguir viviendo en la indiferencia, egoísmo, división y olvido.

No es el tiempo de la indiferencia porque el mundo entero está sufriendo y tiene que estar unido para afrontar la pandemia.
Sí es el tiempo de mirar a los más débiles del mundo (pobres, quienes viven en las periferias, prófugos y los que no tienen un hogar) para que no se sientan solos y no les falte los bienes de primera necesidad, los medicamentos y la posibilidad de una adecuada asistencia sanitaria. Se relajen, además, las sanciones internacionales, se reduzca, o incluso condone, la deuda que pesa en los presupuestos de aquellos más pobres

No es el tiempo del egoísmo porque el desafío que enfrentamos nos une a todos y no hace acepción de personas.
Sí es el tiempo de la solidaridad que supera rivalidades del pasado y que nos hacen sentirnos formar parte de una única familia donde nos sostengamos mutuamente.

No es el tiempo de la división porque Cristo es Paz.
Sí es el tiempo del alto el fuego global e inmediato, de poner fin a las guerras, del dialogo que termine con el sufrimiento, con el terrorismo y la muerte de inocentes.

No es el tiempo del olvido porque el Señor de la Vida es cercano. 
Sí es el tiempo de no dejar de lado a tantas otras situaciones de emergencia y facilitar la ayuda internacional a la población que sufre a causa de la grave coyuntura política, socio-económica y sanitaria. Dejar de lado y olvidar  lleva consigo el sufrimiento de muchas personas: crisis humanitarias, personas refugiadas y desplazadas a causa de guerras, sequías y carestías, migrantes y refugiados (muchos de ellos son niños) que viven en condiciones insoportables.

-Es el momento, para el cristiano, de sentir que la resurrección de Jesús “nos ha curado y nos ha hecho revivir, que nuestra amargura se ha vuelto paz” (Isaías 38).
-Es el momento de dar gracias a Dios porque “nos ha enviado su luz y su verdad que nos guían hasta su morada” (Salmo 42)
-Es el momento de contagiar esperanza a nuestra vida y entorno, familia y amigos, así como aquellos desconocidos y lejanos de nuestro corazón.
-Es el momento de acercarnos a los más vulnerables, a los enfermos y sus familias, a los ancianos, a las personas que están solas, a los que han fallecido y las familias que lloran por la muerte de sus seres queridos, y que en algunos casos ni siquiera han podido darles el último adiós.
-Es el momento de dar gracias a quienes trabajan exponiendo sus vidas por cuidar y atender al prójimo porque nos ofrecen un testimonio vivo. Gracias a quienes garantizan los servicios esenciales necesarios para la convivencia civil, a las fuerzas del orden y a los militares. A quienes desde la Iglesia (sacerdotes, religiosos y seglares) ofrecen consuelo, oración, ayuda y caridad.
-Es el momento de, permaneciendo en casa, reflexionar, para detener el frenético ritmo de vida, para estar con los seres queridos y disfrutar de su compañía.
-Para muchos es momento de preocupación por el futuro que se presenta incierto, por el trabajo que corre el riesgo de perderse y por las demás consecuencias que la crisis actual trae consigo.
-Por ello es momento de animar a quienes tienen responsabilidades políticas a trabajar activamente en favor del bien común de los ciudadanos, proporcionando los medios e instrumentos necesarios para permitir que todos puedan tener una vida digna y favorecer, cuando las circunstancias lo permitan, la reanudación de las habituales actividades cotidianas.

Las palabras indiferencia, egoísmo, división y olvido. ¡Queremos suprimirlas para siempre! y contagiar esperanza.

Este artículo está basado en el mensaje “Urbi et Orbi” pronunciado por el Papa Francisco el Domingo de Resurrección 12 de abril 2020. Si queréis leer completo el mensaje podéis hacerlo en este enlace:

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