miércoles, 20 de mayo de 2020

TIEMPO DEL ESPÍRITU


Vamos pasando hojas del calendario y nos damos cuenta, casi sin notarlo, que dejamos atrás la Semana Santa y Pascua y que nos adentramos a vivir, 50 días después, la Fiesta de Pentecostés.

Si hacemos memoria, en estos días pasados hemos vivido el misterio de nuestra fe, hemos celebrado, en régimen de confinación pero no carente de toda su fuerza, la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús; y ahora con todo lo rezado, reflexionado y celebrado miramos hacia delante, hacia este tiempo que Dios abre ante nuestros ojos, que se abre ante nuestras vidas; este tiempo que es una “Nueva Era” en el que la alegría, la bondad, la limpieza de corazón y la sencillez deben ser notas características del discípulo.

El mejor testimonio de la primera comunidad cristiana era, como nos dice el libro de Hechos de los  Apóstoles 2,47: “la alegría y sencillez de corazón”.
Hoy hace falta recuperar la alegría de gozar de Cristo Resucitado, que permanece en el corazón de quien ama, e igualmente, recuperar la fuerza del Espíritu que nos impulsa, anima e ilumina para dar razones de nuestra fe y esperanza, porque el peor signo de la descomposición de una comunidad cristiana y humana es la tristeza y el miedo.

Han sido muchos los momentos, a lo largo de este tiempo pasado, en los que la comunidad cristiana se ha unido en meditación para interiorizar las enseñanzas del Maestro de Nazaret.
Todos estos momentos, que hoy podemos contemplar en la lejanía, no pueden “caer en saco roto”, sino, más bien, deben ser como el bastón de apoyo en el camino de nuestra espiritualidad cristiana. Tampoco son tesoros recibidos para esconderlos con celo en nuestros corazones, porque si nos hemos encontrado y llenado de Jesús es para vaciarnos en el amor a Dios y a los hermanos.

Vivir espiritualmente sumergidos en la mediocridad es no conocer el auténtico sentido de la muerte y resurrección de Cristo. La Pascua ha sido una invitación serena a la alegría cristiana y a la esperanza. Ahora se nos abre la puerta de un tiempo nuevo en el que se nos invita a ser, con nuestras actitudes y forma de vivir, portadores, sembradores y evangelizadores de la buena noticia que trajo Cristo al mundo.

Recibamos al Espíritu Santo, lancémonos en sus brazos con confianza,  Él será quien nos vaya enseñando como andar por este nuevo camino que Dios nos regala. Es el tiempo del Espíritu.

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