El encuentro con Jesús transforma la vida de
la persona. Los caminos que recorremos con la resurrección no son fracaso y
desconsuelo, sino esperanza, bendición e ilusión por saber con quién nos hemos encontrado.
Creo que, cuando nos encontramos con Jesús y le aceptamos, nos transformamos.
El anuncio de la Resurrección, para el
cristiano, no es un invento, sino la consumación de la Historia de la Salvación, del camino que Dios recorre con la
humanidad.
La implicación de Dios con el hombre tiene
que llevar a que el hombre se implique con Dios. La forma de actuar del
cristiano serán los signos que muestren nuestra transformación.
Las lecturas de este domingo tercero de
Pascua nos invitan a hacer una lectura creyente de nuestra vida, a leer los
acontecimientos desde el don de la fe y a transformarnos.
La primera lectura del
libro de los Hechos de los Apóstoles (2,14.22-23)
nos sitúa a Pedro, después de Pentecostés, que toma la palabra, se pone en pie
y da testimonio de lo ocurrido en Jerusalén. El discurso de Pedro explica la vida
y misión de Jesús y cómo en Él se han cumplido las Escrituras (versíc. 22-36)
Jesús Nazareno fue acreditado por Dios a
través de signos y prodigios. Los judíos lo mataron pero Dios no le dejó en el
sepulcro sino que lo ha resucitado y exaltado.
Estas palabras de presentación de Jesús dan
paso, a continuación, a la invitación a adherirse a Él mediante el bautismo (versículos
37-41) aunque el texto litúrgico de este domingo no nos lo presenta.
Reflexión: La
finalidad del envío del Hijo al mundo es: la salvación de todas las personas. “Tanto amó Dios al mundo” (Jn 3,16).
Dios es identificado como origen de la salvación, no de la condenación, y pone
en marcha el plan salvífico por su amor hacia la humanidad. Esta es la clave de la
vida de Jesús: la manifestación del amor libre y gratuito de Dios por nosotros.
El deseo de Dios en salvar a todas las
personas se hace camino concreto en nuestra realidad personal: creer en Jesús.
Él se hizo carne para revelarnos el amor infinito e incondicional del Padre.
Por eso, creer es más que aceptar un conjunto
de doctrinas, es seguir este camino de amor abierto por Dios que da a la vida un
sentido y horizonte nuevos.
El anuncio de la muerte y resurrección de
Jesús y la salvación que brota de ellas, no se queda en algo meramente teórico
y distante, sino que tiene repercusiones en quienes lo aceptan. "Las cosas no pueden seguir igual"
El evangelio de Lucas (24,13-35) nos presenta a
dos discípulos camino de Emaús. No reconocen a Jesús que se acerca a ellos y le
narran lo esencial del acontecimiento del Nazareno: su nombre, su identidad de
profeta, sus acciones y palabras poderosas, su muerte en cruz y que unas
mujeres, y algunos de los suyos, encontraron el sepulcro vacío.
Estos acontecimientos no sólo les han
producido pena sino que también desánimo, desaliento y desesperanza. Todas sus
expectativas se han desplomado. (Ya han pasado tres días desde que esto ocurrió)
Jesús, tras escucharlos, apunta su torpeza
para entender y les explica que en los acontecimientos ocurridos se ha cumplido
la Escritura. Acepta la invitación de entrar en casa y realiza unos gestos que
para los discípulos de Emaús son conocidos: “Toma el pan, pronuncia la bendición, lo parte y se lo da”
Estos gestos son suficientes para que se les
abran los ojos y le reconozcan.
Él desaparece.
Los discípulos de Emaús hacen memoria,
sienten que ardía su corazón mientras les explicaba las Escrituras y toman conciencia,
en el corazón, del encuentro con Jesús, se transforman, se llenan de alegría,
vitalidad, entusiasmo y vuelven a Jerusalén a contar lo que les ha ocurrido y
como han reconocido al Maestro al partir el pan.
Reflexión: El
sepulcro vacío es un signo, pero no determinante para creer. Es, el encuentro
con el Resucitado, el que despierta la fe y nos transforma.
Nos preguntamos ¿Cómo y dónde podemos encontrar a Jesús resucitado? porque nosotros,
como los discípulos de Emaús, a veces, caminamos cabizbajos, desanimados, con
la esperanza que se desvanece, desconcertados e instalados en la decepción.
Y, sin embargo, Jesús camina muchas veces
junto a nosotros como un desconocido y para reconocerle tenemos que abrir el
corazón y dejarnos guiar por la luz de su Palabra.
Nuestra luz para el camino es la Palabra.
Escuchar, leer, meditar, orar… la Palabra nos da pistas para recorrer el camino
de la vida con el Resucitado y vivir de forma diferente.
Se nos recuerda, a los miembros de la
Iglesia, que en el “partir el pan” el
encuentro con el Resucitado es posible. Será en la Eucaristía donde podemos
vivir un encuentro profundo con el Señor, que nos lleva, no a huir de este
mundo, sino a un testimonio de fe y compromiso con las distintas realidades que
nos rodean.
Igualmente, podemos
encontrar a Jesús Vivo en lo grande,
bueno y bello, en los acontecimientos
de la vida, en la vivencia de los sacramentos
y en nuestros prójimos
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