Cuando los hombres y mujeres nos sentamos a la mesa para comer no estamos ante un
mero hecho fisiológico o biológico, también es un hecho cultural. Uno se sienta
a comer con los que considera “suyos”.
En el pueblo de Israel, obsesionado con las normas de pureza y de no mezclarse
con otros pueblos, esto lo llevaban hasta el extremo.
Jesús, sin embargo, no tiene inconveniente de
sentar a su mesa a todo tipo de personas, come con fariseos y también lo hace
con publicanos y pecadores… de hecho esto le traerá, en más de una ocasión, conflictos
con las autoridades legítimamente constituidas: “Solían acercarse a Jesús todos los publicanos y pecadores a escucharlo.
Y los fariseos y los escriban murmuraban, diciendo: este acoge a los pecadores
y come con ellos” (Lc 15,1-2)
Jesús va a hacer de sus comidas SIGNO DEL
REINO y expresión de la FRATERNIDAD. Por ello no excluye a nadie, lo mismo
sienta a sus discípulos, que a pecadores, que a fariseos, que a sus amigos… La
aceptación del Reino se traduce necesariamente en hospitalidad y apertura de la
propia mesa.
En la Última Cena, en la institución de la
Eucaristía, tras el gesto y las palabras con el pan y el vino, Jesús encomienda
a sus discípulos una misión: “Haced esto
en memoria mía”.
No es repetir el rito simplemente sino que es
una invitación a hacer lo mismo de forma existencial, es decir invitación a entregarse,
como Él se entregó.
Memorial no es sólo un recuerdo de palabras y
gestos. Es una actualización en el presente que se proyecta al futuro. Los discípulos
han de hacer realidad en sus personas, la misma forma de relacionarse de Jesús:
ENTREGA.
Eucaristía y caridad van de la mano. Celebrar y participar en la Eucaristía es asumir la responsabilidad de una misión de servicio, perdón y reconciliación.
Si aceptamos la invitación de sentarnos a comer con Jesús, bien en la Eucaristía o bien en otra mesa en la que Él esté presente, podemos
concluir que participar y celebrar una comida con Jesús tienen un componente inmenso
de COMPROMISO. Sentarnos a la mesa con el Maestro debe ser expresión de
fraternidad e invitación a darnos, entregarnos.
La palabra compromiso tendrá que estar
acompañada por la actitud y por las obras, que nos lleven a apostar por Jesús y
su mensaje.
- Compromiso con nuestra FE: siendo apóstoles que arriesguen su vida por el evangelio. “Subir a la barca y remar, sin miedo, mar
adentro”.
- Compromiso con la ESPERANZA: siendo hombres y mujeres que nos sintamos felices y
dichosos porque hemos encontrado la luz del evangelio que da sentido a nuestras
vidas.
- Compromisos con la CARIDAD: siendo cristianos que adoptemos el apellido de Dios Padre:
“Misericordia”.
Por el hecho de sentarnos a la mesa con
Jesús, el cristiano está llamado, al compromiso y a transmitir, como testigo,
el mensaje del Señor, al mundo de hoy. Un mensaje comprensible, creíble y
que deje
huella
No hay comentarios:
Publicar un comentario