RESPONSABILIDAD DE NUESTROS ACTOS
Nuestros actos individuales, que realizamos como
madres y padres, hijos e hijas, esposos, miembros de una comunidad de vecinos,
integrantes de un equipo de trabajo, usuarios de determinados servicios o como
consumidores… tienen
repercusiones sobre las “otras personas” y “nuestro entorno”
Por
ello, cuando te preguntas, ¿qué puedo hacer para mejorar la vida de los que comparten conmigo la existencia? o ¿cómo puedo contribuir a hacer más sostenible nuestro mundo? muchas
veces la respuesta no se halla lejos de lo cotidiano.
En
nuestro día a día, en todo lo que hacemos, podemos encontrar
soluciones prácticas y sencillas para ser más responsables con el
mundo que nos rodea y, así, mejorar la vida nuestra, de quienes nos rodea y del entorno.
Podemos hacer un planeta más habitable y mejor con la sencillez de reducir los residuos, consumiendo responsablemente, colaborando con proyectos de voluntariado, comprando en tiendas solidarias o de comercio justo… En fin todo aquello que conocemos y que desde muchos sectores de la sociedad y desde la Iglesia se nos invita a realizar.
Podemos hacer un planeta más habitable y mejor con la sencillez de reducir los residuos, consumiendo responsablemente, colaborando con proyectos de voluntariado, comprando en tiendas solidarias o de comercio justo… En fin todo aquello que conocemos y que desde muchos sectores de la sociedad y desde la Iglesia se nos invita a realizar.
Igualmente,
aquellos actos que realizamos como cristianos repercuten en la comunidad
eclesial, en la Iglesia, en la proclamación y extensión del evangelio, en la construcción
del Reino de los Cielos, en la fraternidad….
En nuestra
vida de discípulos y cristianos también nos podemos preguntar ¿qué tenemos que hacer o qué podemos hacer? La respuesta, desde los evangelios, no se
halla muy lejana a nosotros mismos, es en la Palabra de Dios en donde se nos
invita a la conversión y al anuncio de la nueva vida que nos propone la Resurrección de Cristo.
Volver a
Jesús, conocerle, profundizar el sentido de su vida y proclamarle con nuestras
palabras, gestos y obras desde la sencillez, desde lo más pequeño y cotidiano, a veces insignificante, pero que a la vez es extraordinario.
Estamos
llamados a reconocer la voz del Señor y ser las manos, los labios y el corazón
del Maestro que tiene palabras de ánimo para aquellos que necesitan Luz en sus
oscuridades, Vida en sus muertes, Libertad en sus esclavitudes.
Por ello,
todo lo que realicemos los cristianos tiene que ser entendido en clave de Evangelio, Iglesia y Comunidad que tiene ¡Un solo Señor, una sola Fe, un solo Dios y Padre!
La división,
el enfrentamiento, las fobias… nunca podrá ser entendido desde el evangelio de
Jesucristo por el daño y dolor que realizamos y por el anti testimonio que
mostramos.
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